Año CXXXIV
 Nº 49.070
Rosario,
miércoles  28 de
marzo de 2001
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Desde estrés hasta problemas de crecimiento

"Los altos decibeles de las confiterías quizá no produzcan daño auditivo a un vecino, pero pueden causar estrés, aumentar la presión sanguínea y hasta dificultar el normal crecimiento de un niño", explicó el director del Laboratorio de Acústica y Electroacústica de la Facultad de Ingeniería de la UNR, Federico Miyara.
Según precisó el profesional, la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que los valores tolerables para la audición humana son 45 decibeles dentro de un domicilio y 65 en la vía pública. Pero estos valores son subvertidos a menudo en lo cotidiano. "El tránsito en la zona céntrica supera los 80 decibeles en las horas pico en cualquiera de las calles del microcentro", afirmó Miyara.
Y en este tema las disco superan todos los límites. Aunque los que más sufren son los que trabajan dentro de los boliches, quines soportan desde 90 hasta 110 decibeles todas las noches, a los vecinos les toca lo suyo. "El sonido que puede cruzar una pared o entrar por una ventana en la casa contigua de un boliche nunca es mayor de los 80 decibeles. Este valor, si bien no es suficiente como para lograr algún daño auditivo, puede provocar una serie de trastornos muy severos", dijo el docente de la UNR.
Uno de los inconvenientes más graves es el que provoca la falta de sueño profundo que deviene en estrés en los adultos y en algo peor para los niños y adolescentes. "Los decibeles altos evitan que los chicos completen su ciclo de sueño profundo, esto puede interrumpir el desarrollo de las hormonas de crecimiento, que justamente se segregan en esta etapa", precisó Miyara.
Además del alto impacto de las disco o bares con música a todo volumen, el especialista destacó que hay otros elementos como los equipos de aire acondicionado, los extractores de aire y los grupos electrógenos que también impactan sobre la audición. "Algunos provocan un ruido permanente y otros uno intermitente cuando los aparatos arrancan y paran sucesivamente. Más allá de una cuestión de decibeles, aquí se genera un efecto tonal que es más molesto que el no tonal. Y también es nocivo", destacó.
La proliferación de estos casos genera también problemas gástricos, cardiovasculares y aumento de la presión sanguínea. "Y aunque no se llegue a sufrir daños auditivos hay personas que quedan con poca capacidad para la comprensión de la palabra. Y esto se puede convertir en un problema social serio", concluyó.


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