Pablo R. Procopio
La música del boliche taladra los oídos de la dueña de la casa contigua. Un taller de carpintería no deja de usar la nueva amoladora importada que tiene ruido a helicóptero turbohélice. En el restaurante de enfrente pusieron siete equipos de aire acondicionado que suenan como truenos en medio de una noche de tormenta feroz. Ejemplos urbanos de sonidos insufribles, difíciles de soportar. En Rosario crecen las denuncias por ruidos molestos. Así lo muestra el ranking de reclamos que tiene tanto la Defensoría del Pueblo como la Municipalidad. Los casos más comunes llegan hasta los oídos de funcionarios municipales o provinciales, aunque la burocracia posterga la posibilidad de soluciones rápidas. Muchas veces, no queda otra que irse a las manos entre vecinos, hasta alcanzar ribetes insospechados. En otros casos, las disputas se mantienen durante años. Los rosarinos han colocado a la problemática de los ruidos molestos, excesivos y reiterados, en el primer lugar entre las denuncias por daños en el medio ambiente. En los últimos diez años, la diferencia "está en el 20 por ciento por encima de otros rubros", explicó a La Capital el director de consultoría de la Defensoría del Pueblo, Carlos Enrique Arcocha. Estas molestias están primeras en el listado de denuncias en la Dirección Municipal de Control Ambiental y equivalen al 80 por ciento del total. Para la Defensoría, existen dos grandes fuentes de ruidos molestos. La primera, compuesta por discotecas y bares. La restante, integrada por pequeños talleres, lavanderías o panaderías. En tanto, según la Intendencia, las quejas contra la instalación de equipos de refrigeración en galerías y restaurantes van arriba. Los inconvenientes que suelen presentarse podrían perfectamente dirimirse en la Justicia ordinaria. No obstante, la mediación se convirtió en un camino alternativo e incluso negociaciones particulares pusieron fin a disputas que parecían irremediables. "Son planteos de parte con la presencia de organismos de control como la Defensoría o algún área específica", explicó Arcocha. Las molestias se asocian con picos de ruido o con la permanencia de sonidos de manera constante, como si fueran una lluvia pertinaz. A la noche los problemas se agravan y particularmente los viernes y sábados. En efecto, un grupo de vecinos de avenida Pellegrini al 900 organiza con frecuencia fiestas, supuestamente sin un interés comercial. No obstante, la Municipalidad o la provincia no pueden intervenir (clausurar) al tratarse de un problema privado. Allí, la mediación sirve como solución. Distinto cuando el ruido proviene de un sitio que el Estado puede controlar porque está de por medio el permiso de habilitación. La Defensoría comprobó el año pasado 54 denuncias y en lo que va de este ya hay 72. Una muestra de crecimiento sostenido. En Control Ambiental hay un promedio de 100 protestas mensuales. Precisamente, esa es una de las dos áreas municipales que se ocupan de los ruidos. La otra es la Dirección de Espectáculos Públicos, pero ambas terminan confundiéndose en los laberintos burocráticos. La oficina de Control Ambiental no tiene poder de clausura. Sólo mide decibeles y eleva información a la Dirección General de Registración e Inspección, que debe verificar la medición una vez más. Aparte, la Municipalidad de Rosario cuenta solamente con dos decibelímetros y 9 inspectores para toda la ciudad.
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