La modernización de la economía, consecuencia de la reestructuración planetaria del capitalismo, aumentó la riqueza de algunos sectores de la sociedad al tiempo que extendió la pobreza y la inseguridad en otros, generando así nuevas formas de desigualdad y marginalidad urbana, aseguró el sociólogo francés Loic Wacquant en su nueva visita al país. Wacquant, que llegó a Buenos Aires para presentar su libro "Parias urbanos", es conocido en todo el mundo por los fundamentos con que objetó la eficacia de la "tolerancia cero", la doctrina de seguridad policial que debutó en Nueva York de la mano del alcalde Rudolph Giuliani y que desde allí se intentó exportar a distintas partes del mundo, entre ellas la Argentina.
Ahora, tras la repercusión que generó con "Las cárceles de la miseria" -donde justamente desmonta los argumentos que respaldaban la política de máxima dureza contra los autores de delitos considerados menores- su objetivo es el estudio de las nuevas modalidades de exclusión social surgidas y consolidadas a lo largo de las tres últimas décadas.
"La reestructuración del capitalismo a nivel global, las políticas de achicamiento del Estado y el desarrollo de nuevas industrias basadas en el uso intensivo del conocimiento han derivado en un aceleramiento de la modernización económica que trajo como contrapartida una modernización de la miseria", destacó Wacquant.
"Hoy es posible detectar en los países más industrializados la emergencia de una nueva forma de exclusión y de pobreza, una suerte de marginalidad urbana avanzada que a diferencia de la marginalidad tradicional no surgió a raíz de crisis económicas sino como resultado de la desigualdad creciente en un contexto de prosperidad económica global", explicó.
"Este fenómeno nació a mediados de los 70 con la finalización de la era fordista o keynesiana, que se había caracterizado fundamentalmente por la producción industrial standarizada y un contrato social que descansaba en la tutela del Estado de Bienestar Social", describió.
Según el ensayista, entre 1945 y 1975 la pobreza era consecuencia directa de la falta de crecimiento económico, pero en el período que arranca en ese año y se extiende hasta hoy "es producida por los sectores más avanzados de la economía".
Nacido en París, Wacquant es discípulo del sociólogo Pierre Bourdieu y miembro fundador del grupo de acción teórico-política "Raisons d'agir". También es investigador del Centre de Sociologie Européenne del Collége de France y profesor en la Universidad de California-Berkeley.
El mercado laboral no alcanza
En "Parias urbanos", recién editado por la casa Manantial, se ocupa de deconstruir los motivos por los cuales ya no es posible compartir el beneficio económico de un país a través del mercado laboral.
Wacquant considera que la nueva marginalidad es el subproducto de dos factores relacionados con la esfera del trabajo: por un lado, la eliminación de millones de empleos subcalificados bajo el pretexto de la automatización y la competencia laboral extranjera. Por el otro, la degradación de las condiciones básicas de empleo y seguridad social.
"Cuanto más avanza la economía capitalista, más amplio es el alcance de la nueva exclusión social, que ya no depende de la caída del índice de desocupación o del aumento en el ingreso de un país. Dentro de este nuevo escenario, tenemos como variable importante la desocialización del trabajo, que dejó de ser una categoría homogénea y una ocupación respaldada por la estabilidad", analizó.
"El campo laboral está hoy muy polarizado: por un lado hay roles que otorgan muy buen salario pero demandan conocimientos muy específicos y por el otro una gran masa de puestos que no necesitan de grandes habilidades y que por supuesto no son bien pagos", continuó el sociólogo.
"Para aquellos que no tienen las habilidades suficientes o títulos universitarios, es decir, la mayor parte de la población, la opción son trabajos menos seguros y con salarios muy reducidos", alertó.
Wacquant no es precisamente optimista. "Si consideramos los aumentos de productividad generados por la automatización y la computación, se puede llegar a pensar que ni siquiera índices milagrosos de crecimiento podrían reintegrar a la fuerza de trabajo expulsada del mercado y reemplazada por una combinación de máquinas y mano de obra inmigrante barata", vaticinó.