La ciudad de Rosario y sus alrededores parecen haberse transformado en los últimos tiempos en el lugar elegido por los piratas del asfalto para perpetrar sus golpes, reducir sus botines o dejar abandonados los vehículos que roban. De eso dan cuenta las crónicas policiales del último año, en las cuales se han detallado numerosos operativos y allanamientos en los que detectaron cargamentos de mercaderías robadas en otras partes del país, camiones desaparecidos en varias provincias argentinas e incluso el abandono de choferes asaltados en rutas lejanas. Sin embargo prácticamente ninguno de los autores de los delitos mencionados pudo ser detenido.
Sólo algunos reducidores de mercancías o compradores de los botines robados han caído en manos policiales (algunos de cuyos efectivos han sido vinculados a los hechos) y por ende de la Justicia. También fueron apresados algunos choferes que fingieron denuncias cuando en realidad entregaron sus camiones (ver aparte). Pero en ningún caso se tienen pistas firmes sobre los principales responsables de los hechos de piratería del asfalto.
A la policía no le resulta fácil actuar ante tales delitos. La modalidad de robar el camión en una provincia, reducir su carga en otra y abandonar al chofer y su vehículo en una tercera jurisdicción complica las tareas investigativas y la pesquisa se hunde en un farragoso entuerto burocrático donde abundan intercambios de exhortos judiciales. Esa forma de operar por parte de los delincuentes "demora el inicio de la búsqueda y, como habitualmente la mercadería robada ya está colocada, cuando se encuentra alguna pista ya es tarde para dar con los ladrones" sostuvo un jefe policial de la Unidad Regional II vinculado a varias investigaciones en la materia.
De una provincia a otra
Un caso de ese tipo fue el que le tocó vivir a Omar Baigorria el 17 de agosto del año pasado. El camionero había salido desde Murphy con un Scania 112 con acoplado cargado con 900 bolsas de semillas de maíz. Al llegar a la localidad de La Emilia fue abordado por tres hombres que viajaban en un Peugeot 504 que le dispararon para obligar a detener la marcha. Baigorria fue trasladado al auto y llevado hasta la localidad bonaerense de Carabelas, donde fue abandonado. En tanto, el camión y su carga desaparecieron misteriosamente.
Un hecho similar pero con desenlace en otra jurisdicción ocurrió dos meses más tarde. El 17 de octubre Hugo Rojas salió desde la ciudad bonaerense de Chacabuco llevando en un Mercedes Benz 1622 un cargamento de golosinas y galletitas. A la altura de Chivilcoy, en la vecina provincia, fue asaltado y secuestrado. Del vehículo y su carga nada se supo. En tanto, el chofer fue abandonado en Fighiera tras tres horas de viajar encapuchado en un auto.
Esos dos episodios, por los cuales no hubo detenidos, muestran la modalidad típica de los piratas del asfalto. Cometen el golpe en una provincia y abandonan a su víctima en otra. Así, la denuncia radicada por el camionero en la seccional policial más cercana al lugar donde es liberado, no condice con la zona donde se cometió el atraco, cuya comisaría es la que debe labrar las actuaciones del caso.
La mayoría de los procedimientos policiales que se realizan en la ciudad y su zona en pos de aclarar los hechos de piratería derivan en el hallazgo de parte de la mercadería robada y la detención de los encargados o propietarios de los depósitos. Rara vez los apresados son quienes perpetraron el atraco.
Así ocurrió por ejemplo en el allanamiento a un galpón de Mitre 46 bis, en Arroyo Seco, donde fue detenido su inquilino al hallarse un importante cargamento de bebidas alcohólicas denunciadas como robadas en el atraco a un camión en la provincia de Buenos Aires.
Un paso obligado
Algo similar ocurrió hace poco más de una semana cuando en un depósito de la zona rural de Alvear se hallaron agroquímicios y herbicidas por más de 200 mil pesos que habían sido robados en la provincia de Chaco y en un galpón de la zona oeste de Rosario en febrero último. En el hecho resultó detenido el dueño del lugar donde fue hallada la mercadería.
Para los investigadores, esas detenciones pueden ser la punta de la madeja que permita llegar hasta los asaltantes. "Si caen quienes compran la mercadería malhabida, tarde o temprano en su declaración dirá a quien se la adquirió y así se puede reconstruir la organización de los piratas", dijo el jefe policial que habló con La Capital.
Sin embargo, otras fuentes aseguraron que "lo que le interesa a los investigadores es detener a uno o dos reducidores y encontrar parte de la mercadería para demostrar la efectividad de la investigación. Con eso creen cumplida su tarea y no llegan hasta los verdaderos piratas".
El informante profundizó aún más su crítica hacia el accionar de sus pares. "Algunas veces son los mismos piratas los que le dicen a los investigadores donde pueden encontrar la mercadería robada. Entonces hacen los allanamientos a partir de esos datos, lo dan a publicidad y los piratas siguen adelante con su trabajo".
En cuanto a por qué Rosario es elegida para este tipo de maniobras, otro jefe policial dijo que "es paso obligado de rutas por donde se mueven grandes cargas hacia distintos puntos del país" y que en el ámbito de la Unidad Regional II "no hay muchos atracos de piratas, sino que es lugar de denuncias de hechos ocurridos en otras partes o destino final de lo robado".