Año CXXXIV
 Nº 49.061
Rosario,
lunes  19 de
marzo de 2001
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Análisis: De la Rúa y los argentinos en el ojo de la tormenta

De la Rúa tomó una decisión contra viento y marea y se jugó por el plan de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericana (Fiel), aun sabiendo que podía desencadenar un terremoto en el gobierno y en la Alianza, como ocurrió.
De hecho se tornaba imposible gobernar en medio de ideologías ubicadas en las antípodas, como las del presidente y algunos de sus socios políticos.
El idilio no podía durar mucho y por eso hace siete días, desde esta columna, se dijo que el jefe del Ejecutivo se encontraba en un tembladeral político y tenía ante sí un camino bifurcado: hacia la consolidación de la Alianza con miras a la acción electoral (porque en el gobierno la coalición fracasó por esa disparidad de ideas e incapacidad de algunos hombres) o hacia un programa de gobierno coherente.
Más inclinado al mal llamado liberalismo con que se rotula a este particular libre mercado argentino, De la Rúa renunció al progresismo de Alfonsín y Chacho Alvarez y, en cierta manera, a la Alianza.
Su corto mensaje antes de que López Murphy anunciara las medidas fue contundente en ese sentido: dijo que su compromiso no era con la campaña electoral de octubre, ni siquiera con la del 2003, sino con la Nación. Es decir, el presidente decidió terminar con las ambigüedades políticas y económicas, con una alianza útil para llegar al poder pero no para gobernar y prefirió dar al gobierno su propia impronta aun sabiendo del costo político que ello implica.

¿El socio correcto?
Hasta allí la actitud presidencial no puede objetarse y, lejos de ello, hasta parece indispensable a la hora de buscar coherencias programáticas. Sin embargo la pregunta que sigue a este accionar audaz es la siguiente: ¿Fue feliz la decisión presidencial de haber concedido su apoyo al plan de López Murphy? ¿La disposición política del presidente no fue un tanto improvisada, tanto que a horas del ajuste debe salir a buscar socios que respalden su jugada? \A poco que se hayan seguido las secuencias desde que asumiera el flamante ministro de Economía hasta el día en que se anunció el plan, se advierte de inmediato que el paquete se confeccionó sin consultar ni exponer sus términos a los miembros de la Alianza y mucho menos a la oposición. Se pergeñó y dio a luz temerariamente sin consenso y sin aliados.
No llama la atención, entonces, que los únicos que vean hoy con beneplácito este ajuste sean los representantes del Fondo Monetario Internacional y un grupo del empresariado argentino.
A partir de allí, puede volver a señalarse hoy y aquí, como hace una semana, que el presidente y con él todos los argentinos, sigue parado en un tembladeral político de impredecibles consecuencias.
Si De la Rúa no consigue la adhesión al menos de algún sector político de peso, como el que lidera Domingo Cavallo, el paquete de medidas fracasará, y con él su gobierno o lo que queda de él.
Es difícil que el tándem De la Rúa-López Murphy pueda convencer a la ciudadanía de la necesidad de impulsar estas medidas por una cuestión simple: éstas, aun cuando necesarias en ciertos aspectos, apuntan solamente a reducir el gasto con miras a poder hacer frente a los compromisos de pagos internacionales, pero no contemplan la urgente reactivación del mercado interno y si lo hacen, no es sino de forma muy tibia, como se verá.
Es decir, se anunció más achique para poder pagar a los acreedores, cuando la gente pide expansión económica y efectuar pagos a partir del crecimiento.
Algunos economistas sostienen que en momentos de fuerte recesión el Estado debe incrementar el gasto y endeudarse (inversión en obras, por ejemplo) hasta que la economía se reactive. La alternativa para otros es la dramática y rápida baja de impuestos y presión tributaria, lo que en el fondo es lo mismo.
Sin embargo, López Murphy no piensa lo mismo. Para Economía no puede reducirse la presión tributaria si no hay crecimiento (¡particular visión de la realidad!) y apuesta a este crecimiento recortando los gastos del Estado. De esta manera pretenden hacer innecesaria o reducir la toma de dinero por parte del gobierno en el mercado financiero, con lo que se persigue que haya menos demanda de plata y consecuente reducción de tasas de interés ¿Esto alcanza para la reactivación? No parece serlo en un país donde la capacidad de pago de muchos de sus sectores está quebrada, la presión tributaria es sofocante, la masa social está exánime en su capacidad de gasto y en donde, además, la pequeña y mediana empresa y el sector comercial zozobran y gran parte de esa sociedad está desocupada o subocupada.

Algo más que recorte
Aunque el recorte del gasto estatal es necesario, ello por sí no alcanza para sacar a la economía de su situación de estancamiento y gravedad en que se encuentra.
El conflicto no terminó aún porque el presidente está solo, con medidas impopulares, insuficientes, sin Alianza y sin aliados políticos. Por eso había una desesperada y urgente necesidad de anunciar el casi acordado ingreso de Domingo Cavallo al gobierno para que los mercados abran hoy en un clima de tranquilidad y no se encauce el disconformismo generalizado hacia una peligrosa impaciencia social.
Por lo demás, el ex ministro de Menem es garantía de paridad cambiaria, cuya estabilidad fue sospechada, acaso en forma tremendista, por algunos operadores económicos en estos días de crisis, de tormenta por la que caminan De la Rúa y los argentinos.


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