El arquitecto y urbanista Adrián Caballero opina que Rosario podría en el futuro pagar costos muy altos por la falta de un gobierno metropolitano que coordine las políticas comunes con los municipios aledaños, ante el fenómeno de las familias más pudientes que parten hacia zonas residenciales de otras localidades. -¿Cuáles cree que son los reales fundamentos de esta corriente, en el caso de que usted la entienda considerable? -En todos estos movimientos acerca de las modalidades de vida incide mucho la moda, aquel amigo o familiar que lo hizo a partir de lo cual se reproduce el modelo. Pero más allá de intentar resumir las razones lo cierto es que la tendencia está y que finalmente en Rosario ha aterrizado con alguna fuerza. Llega más tarde que en otros lugares, como es común que ocurra, pero me parece que resulta irreversible. Después de Funes y Roldán no creo que tarde Ibarlucea en desarrollar un proceso parecido de captación. Y más adelante, más lejano, a 10 años quizá, lo hará Victoria una vez que se consolide el puente; Victoria va a ser la Carlos Paz de Rosario. Entonces los problemas y dificultades para Rosario, mientras no se establezca una política metropolitana de coparticipación, serán mayores. -¿A ver, cómo es esto? -Es necesario ponerse a pensar seriamente en el desarrollo del gobierno metropolitano, es decir, un sistema político que pueda asumir algunos aspectos de control y coordinación de la ciudad extendida fuera de los límites municipales. Todos hablan de la reforma política, de que ahora los gobiernos se dividen en regiones, pero esta iniciativa nunca llega, parece imposible. El que estamos tratando es un caso típico de problemática metropolitana. ¿Estas personas qué serán?, ¿residentes de Funes pero en realidad rosarinos desplazados?, ¿figuras de identidad difusa o singular? Lo que es verificable en otras latitudes donde estos fenómenos se desarrollaron, y me refiero al mundo anglosajón, es que los municipios grandes pierden contribuyentes importantes o medianos en beneficio de los municipios chicos a los que no les demandan nada porque son autosuficientes. Los nuevos contribuyentes de Funes van a pagar tasas importantes con muy poca demanda, porque en general son de niveles socioeconómicos de medianos a altos. Más aún si es el mismo barrio privado el que provee todos los servicios de seguridad, parques, etcétera. Prácticamente el Estado municipal no tiene qué ofrecerles. -¿Entonces? -Entonces la gran contradicción. En Rosario se irá profundizando, porque ya comenzó, el proceso inverso: no sólo perderá contribuyentes importantes, sino que ganará en población pobre y más aún en este momento en que empezó a desarrollar un programa, ojalá exitoso, como Rosario Hábitat, de erradicación de villas. Rosario Hábitat será atractivo para sectores de población de extrema marginalidad que van a encontrar, entre comillas, un lugar paradisíaco con relación a las circunstancias de donde provienen. La ciudad está desarrollando una política muy vigorosa de asistencia social tanto en salud como en vivienda, y va a tener una población exigente de subsidios. Es decir, irá perdiendo recaudación y aumentando el gasto social. Es una ley que se dio en otros lugares. -¿La inseguridad de la ciudad es tan grave que produce el escape? -Para mí Rosario continúa siendo una ciudad con un riesgo relativamente bajo. Y donde, además, uno puede vivir a 10 cuadras del centro con una pileta de natación en el fondo y tener sol en el día. Me parece que el gesto de irse a estos lugares tiene más que ver con el status y la moda que con una necesidad real frente a una situación de terror, frente a un estado de inseguridad insoportable. Y así como este proceso es inevitable, todo tiene su reflujo y quizá dentro de 10 años estemos hablando de la recuperación del centro.
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