Pedro Squillaci
Caras largas, tan largas como las esperas. Gente quejándose porque pierde el presentismo, porque los chicos no llegan a clase, porque no estarán a horario en sus trabajos. Ese fue el clima que vivieron ayer los usuarios de las ocho líneas que pasaron de la Cotal a Las Delicias, General Belgrano y Molino Blanco. Los pasajeros tuvieron que esperar más de media hora los colectivos, que no sólo estaban en mal estado, sino que en muchos casos circularon a alta velocidad para cumplir con los recorridos. Ovidio Lagos al 8600 no es un lugar muy agradable como para quedarse plácidamente esperando un ómnibus. Menos cuando el pasajero sabe que tendrá que quedarse en el refugio sí o sí, y en el mejor de los casos leer un cartel pegado que convoca a una reunión de vecinos en defensa de la Cotal. "Vienen cada media hora y nos llevan como a perros", dijo Rosa Tuti, quien junto a sus tres hijas rogaba arribar a tiempo a la escuela de sus chicas. A las 11.30 de ayer eran once las personas que estaban esperando, como Rosa, el 131. "Es el único que entra hasta este lugar. Es más, a mí no me importa que los coches estén destruidos, pero quiero que vengan a horario", reclamó Esteban Coria, quien no quería llegar tarde a su primer día de clases. Cuando el 131 frenó en la parada los rostros de los pasajeros lo decían todo. Incluso no faltó quien le recriminó al chofer por la tardanza. "Discúlpeme señora, pero tenemos pocos coches y hacemos lo que podemos", se excusó un chofer casi con la cabeza baja. La situación no era muy distinta para los usuarios de la 112, otra de las líneas que reabsorbió Las Delicias, que de las tres empresas es la más cuestionada. Incluso, vecinos de Puente Gallego que ayer se convocaron en el Concejo para pedir que vuelva la Cotal afirmaron que "Las Delicias nunca prestó un buen servicio" y siempre los dejó "de a pie". Tratando de buscar un poco de sombra, diez personas esperaban impacientes en la esquina de Junín y Perú. "Llegué a las 10.40 y ya son las 11.10. Tengo miedo de que no me atiendan en el doctor", dijo Laura, mientras cambiaba su cartera de hombro a hombro. En Grandoli al 4800, Sandra Mancilla, de 33 años, aguardaba ayer el 147, ahora de Molino Blanco. "La verdad es que mucho no puedo quejarme, porque siempre lo tuve que esperar media hora", comentó. Pero agregó algo que empeoraba la situación. "Lo grave es que no todos los 147 tienen el mismo color y la gente se confunde".
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