Todo hace pensar que las picadas ya son en Rosario un espectáculo consuetudinario. La última vez que tomaron estado público fue en agosto del 99, cuando 47 jóvenes fueron arrestados porque, corriendo una carrera, estuvieron a punto de atropellar a una familia. Y no fue la única vez. El escenario era el mismo entonces y ahora: el Paseo Ribereño norte, en el tramo que va desde Puccio hasta Marull. La pista , dijeron en aquel momento los vecinos de la zona, se arma todos los viernes, apenas pasada la medianoche. Si se trata de una película con abono la pregunta es de cajón: ¿dónde están las policías provincial y de Tránsito, no para que caiga el telón sino para que no se levante?
Al ataque
El 6 de agosto del 99 una pareja y su hijita cruzaban la avenida Colombres cuando un bólido en plena competencia se les vino encima. Pudo ser una tragedia. Espantado, un vecino denunció el hecho a la policía. Inspectores de Tránsito, cuatro seccionales de la policía provincial, el Comando Radioeléctrico y hasta el Cuerpo Guardia de Infantería se sumaron a un operativo cerrojo, como ellos mismos lo definieron, que esa misma noche terminó con 47 jóvenes de entre 18 y 24 años detenidos y una cifra similar de autos, la mayoría preparados, incautados en el Corralón Municipal.
La picada, según se dijo entonces, había sido organizada por un comerciante de la zona y reunido a no menos de 500 personas, una movida difícilmente imperceptible. Hoy las carreras parecen espontáneas, una salida tan natural como ir al cine o a bailar, que reúne a cerca de mil espectadores. Lo cierto es que nada parece haber cambiado, al menos para mejor.
Si es vox pópuli que se corren picadas organizadas con altos riesgos en determinadas avenidas de Rosario parece más fácil prevenirlas que sancionarlas. A menos que se piense que esto es sólo cosa de chicos o que algún día. . . va a pasar.