Como un reguero de pólvora que ya estalló en Europa y Estados Unidos, llega a la Argentina la versión nacional de "Gran Hermano". El nuevo reality show que irá de lunes a sábado por Canal 5 viene precedido de algunas polémicas pero correrá con una doble (des)ventaja: son innumerables las noticias que llegaron de los diferentes países del mundo donde ya se emitió, y además, cuenta con el antecedente aborigen de "Expedición Robinson". Eso significa que la sorpresa inicial no será tal y quienes participan del juego saben lo que les espera, o mejor, desean: aparecer en televisión, dar notas en revistas del corazón, ser perseguidos por papparazzis inescrupulosos y, sobre todo, disfrutar de la fama, ese sabor agridulce que tanto atrae a los normales, a los comunes, a las personas hasta ese momento desconocidas para el Gran Público. Sin nombrar el premio de entre 100 y 200 mil pesos (indefinido aún) para quien logre sobrevivir a la elección de sus compañeros y de la audiencia que votará por teléfono o a través de Internet. "Gran Hermano" nació en Holanda hace dos años y pronto se extendió a España, Portugal, Italia, Dinamarca, Estados Unidos, y así, por 13 países. Su genio precursor se llama John DeMol, fundador de la productora Endemol que vendió la idea del "entretenimiento emocional" al pool Telefónica. Esto es, una combinación bizarra de telenovela, show y concurso, donde las doce personas escogidas en un casting que sumó más de 16 mil postulantes deberán hacer sus vidas filmados durante las 24 horas en una casa especialmente construida para el programa. En ella se instalaron 29 cámaras (una en el baño) y 58 micrófonos, más los que deberán llevar encima cada uno de los participantes. A diferencia de "Expedición Robinson", la identidad de las nuevas estrellas de la tele es uno de los secretos mejor guardados de la televisión argentina. De ellos sólo se sabe que deberán pasar 112 días juntos sin comunicación alguna con el exterior. Es que el reglamento de "Gran Hermano" es explícito. Una docena de participantes, que no se conocen entre sí, se instalarán en una casa aislados del mundo exterior. Para su vida amurallada podrán llevar dos valijas, una con efectos personales y otra que le ofrece el programa. Están terminantemente prohibidos los teléfonos celulares, las computadoras portátiles, radios, televisores o cualquier aparato de comunicación, relojes, diarios, agendas, lapicera y papel, maquillaje, medicamentos (no autorizados por la producción), drogas, ni armas. Por su parte, la lista de enseres no es menos llamativa. Los residentes podrán portar un libro, tres compacts (con previa aprobación), seis latitas de cerveza o dos de vino, cigarrillos, ropa, zapatos, artículos de higiene personal y fotos. De las seis mujeres y los seis hombres que ingresen a la casa, sólo uno sobrevivirá ya que cada 15 días se eliminará a un participante. Se lo elegirá por votación de sus compañeros y de los televidentes. Así y todo, hay instancias intermedias, las llamadas salidas forzadas y voluntarias. Las primeras se refieren a urgencias médicas o a infracciones al reglamento, y las segundas a quien desee alejarse de la casa. Esta última deberá ser obligatoriamente anunciada en un confesionario ad-hoc con anticipación y nadie tendrá más de cinco minutos para despedirse de sus compañeros. Pero más allá de las imágenes llegadas de otros países, la gran atracción del programa sea quizás el sabor local, la mezcla del formato importado con la idiosincrasia de los argentinos. De cualquier manera, nadie puede prever qué sucederá entre las paredes de la casa cuando se mezclen las personalidades de los participantes con la aceptación de cada uno de ellos por parte del público. Por eso, y como reza la promoción, "Lo mejor de «Gran Hermano» es verlo"
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