La escuela que dirige Norma Fontán es la Nº55. Un establecimiento que cumple en pocos meses 115 años en pie. Alberga a 510 alumnos y en sus aulas se desarrollan talleres contraturno de plástica, música, danza y ajedrez, funciona una radio escolar y desde hace 15 años se dictan clases de computación. Sin embargo, su directora subraya que muchas de estas cosas funcionan gracias al "arduo trabajo" que realizan los cooperadores. Y hace énfasis en el calificativo porque aclara que si bien en esta escuela los padres son de clase media, sólo un 40 por ciento puede pagar la cuota de cooperadora, ya que "hay muchos desocupados y subocupados". Aquí no son precisamente los problemas de alimentación los que golpean a los chicos. Pero sí "la violencia verbal y física y la saturación de estímulos debido a la gran cantidad de actividades que suman a la escolar", indica Fontán. "A los padres que trabajan -agrega la docente- no les queda más remedio que mandar a los chicos a hacer deportes, idiomas y otras disciplinas, porque si no, la opción que les queda es dejarlos solos. Sé que hay padres a los que no les queda alternativa, pero lamentablemente tanta actividad suele estresar a los chicos". Cuando se le pide a Fontán que indique las cosas a favor y en contra de trabajar en una escuela del centro que cuenta con un ganado prestigio, dice: "A veces nos sentimos por demás de exigidas, con demasiados ojos puestos encima. Es que los padres concentran cada vez más todas sus quejas a la escuela y controlan permanentemente nuestra actividad pedagógica". De todos modos, la directora no se queda sólo con las malas. Añade que "por suerte esas presiones se balancean". Reconoce que las docentes de su escuela cuentan con mucho material y oportunidades para actualizarse profesionalmente. "Claro que por esta cuestión no dejamos de hacer otras tantas actividades dentro y fuera de la escuela para nuestros chicos -aclara-. Sin ir más lejos, para comenzar este ciclo lectivo con todo listo, hasta hemos pintado los pizarrones".
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