Decir que el primer día de clases no será hoy lo mismo en todas las escuelas es una obviedad porque no hace falta comparar realidades sociales de una punta y otra del país para palpar el contraste que hay dentro de la escuela pública. Basta bucear en dos establecimientos oficiales de Rosario para ver que hay múltiples condiciones que determinan las formas de enseñar y aprender. Alcanza ver, por ejemplo, cómo llegan cada día los alumnos a la puerta de su escuela para dar cuenta de ello. En la Gabriela Mistral Nº1.080 (Wilde 1347), hay chicos que caminan solos hasta 40 cuadras para llegar a horario. En cambio, en la entrada de la Domingo Faustino Sarmiento Nº55 (Buenos Aires 975) se imponen los transportes escolares y los autos particulares. En una, la alimentación (más bien la falta de una buena alimentación) es uno de los problemas más serios para los alumnos. En la otra, los chicos sufren la saturación de estímulos. Es que muchos de ellos están al borde del estrés por tanta actividad deportiva, cultural e intelectual, dentro y fuera de la escuela. En el establecimiento de la periferia, el de "la seño" es un rol todavía reconocido, respetado y que guarda algún sesgo de prestigio. En la del centro, en cambio, las maestras sienten que no se les reconoce del todo su labor. Dos caras de una misma moneda, la de la escuela pública, retratada para este primer día del ciclo 2001 por las directoras de ambos establecimientos: Susana Noriega y Norma Fontán, dos docentes con más de 30 años de trabajo en su haber.
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