Ay, ay, pará, pará...!", el grito desconsolado de Alberto Márcico paralizó el partido entre Gimnasia y Esgrima de La Plata y Vélez en el minuto 56 de aquel Clausura 96. El talentoso volante tripero no se podía ni tirar al piso, se mantenía en pie con su pierna derecha encogida y el rostro alterado por el dolor. "Me duele el talón", repetía una y otra vez en su queja. Luego llegó la camilla, la corrida al vestuario y el diagnóstico lapidario: rotura total del tendón de Aquiles de la pierna derecha. Esa tarde el resultado fue lo de menos. La extrema gravedad de la lesión del excelente jugador había conmovido el ambiente futbolero en el bosqueplatense. La lesión que sufrió el gran Beto simplemente es la referencia más elocuente de que las lesiones tendinosas son las más dramáticas que pueden sufrir los futbolistas. Las más conocidas son las del tendón rotuliano (tomó notoriedad porque la sufrió el astro brasileño Ronaldo en abril del 2000) y del aquiliano (la sufrida por el Beto Márcico en el 96). Según el doctor Francisco Campillo la importancia de estas afecciones radican en que ambos tendones son los de mayor longitud y grosor del organismo y por las características histológicas y biomecánicas que presentan. Además como son tejidos muy ricos en fibras colágenas y con un relativo aporte bascular, siempre están expuestos a la carga en los entrenamientos de campos o gimnasio y pueden determinar la lesión por su uso excesivo. Las tendinitis (inflamación del tendón) y peritendinitis son las más comunes y cuyo tratamiento se basa en reducir el proceso inflamatorio y reestablecer la biomecánica de dichas estructuras. En cambio las microrupturas pueden determinar lesiones crónicas que causan dolor permanente y pueden condicionar la rotura del tendón, por eso su tratamiento es quirúrgico. Otro dato para entender la complejidad de esta lesión está dada en que la mayoría de los jugadores que la sufrieron la tienen presente durante mucho tiempo debido a la carga psicológica que suelen provocar.
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