La calle Saint Benoit Nº5 fue la dirección de la casa de Marguerite Duras en París. El domicilio se convirtió en un sitio de peregrinación, como lo deja entrever el novelista español Enrique Vila Matas desde la ficción de su relato "Mar de fondo", donde narra una visita a Duras y la hospitalidad de la gran escritora francesa. La casa fue el espacio del amor, la amistad, el compromiso y la escritura. Allí vivió Duras con su marido Robert Antelme. La felicidad y la infidelidad conocieron el lugar, y también el drama y la culpa, cuando la escritora hizo lo imposible para la recuperación de un Antelme de 35 kilos recién salido de un campo de concentración nazi. En la misma dirección Duras mantuvo a dos de los hombres más importantes de su vida sentados a la misma mesa y leyendo sus manuscritos. Uno era Anteleme. El otro Dyonis Mascolo, con quien tuvo a su hijo Jean. La escritora era tan seductora que logró hacer convivir a su ex esposo con su amante, aunque este último tenía cama afuera. François Mitterrand se escondió en esa casa cuando era buscado por los nazis como uno de los jefes más escurridizos de la Resistencia. Allí también se guardaba el dinero para ayudar a los otros resistentes y arriba vivía el escritor Ramon Fernandez, un hombre respetado en el mundo editorial pero con simpatías por los alemanes. Duras era su amiga y no dejó que sus diferencias los apartarán, aunque Fernandez jamás fue invitado al piso de abajo. Por el departamento pasaron Jacques Lacan, a veces George Bataille, Roland Barthes y Maurice Blanchot. Las mujeres escritoras no eran bien recibidas. Simone de Beauvoir, por ejemplo, jamás quiso ir. Tanto ella como Duras sentían un odio recíproco que se acentuó cuando compartieron un amante. En los años de afiliación al comunismo, partido del que fue echada por su falta de ortodoxia en cuanto a sus gustos literarios, por la casa de Duras pasaron muchas veces Elio Vittorini y su esposa Ginneta, y también Italo Calvino. Con Vittorini hubo una amistad y admiración recíproca, que sufrió un golpe fuerte cuando Duras tomó al narrador italiano y a su esposa como modelo del matrimonio en crisis que protagoniza "Los caballitos de Tarquinia", aunque se zafa de la recriminación al ponerlos en la dedicatoria del libro. El recurso de poner la vida tal cual es en sus libros le traerá otros problemas cuando publique "El dolor", en 1985, donde narra el regreso de Robert Antelme del campo de concentración y cómo ella lo acompaña incondicionalmente aunque esté perdidamente enamorada de Dyonis Mascolo. Lo acompañará hasta la recuperación y ahí lo dejará. Pero los amores de Duras nunca se terminan. Cuando rompió muchos años después con Dyonis Mascolo, el hombre siguió viviendo en la calle Saint Benoit como amigo por al menos una década más. Anteleme fu incondicional también por el resto de su vida. Antelme y Mascolo fueron los primeros lectores de Duras. Antelme elogiaba a Duras casi sin reparos; en cambio Mascolo era duro y criticaba las obras. Durante años la escritora les hará caso, pero después escapará a la tutela y no permitirá que nadie le diga nada. Lo mismo hará cuando pase al mundo del cine y sus películas como "Indian Song" y "El camión" sean criticadas y se asegure que la gente se levanta de la butaca para irse. El campo fue también uno de los lugares de Duras. Allí compró una casa con el dinero por los derechos de adaptación de "Un dique contra el Pacífico" para la película de René Clement. Neuphale fue el sitio escogido. Será un lugar de placer en principio pero después se transformará en la zona del encierro y el alcoholismo. Las feroces borracheras con vino barato se producirán allí, lejos de sus amigos, y en los últimos tiempos acompañada por Yann Steiner. La única esperanza del lugar para Duras era que su hijo quisiese vivir allí. Su esperanza se cumplió, porque Jean se instaló en la casa tras la muerte de su madre.
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