Gabriel Lerman
Durante años, la pregunta inevitable cada vez que uno se encontraba con Anthony Hopkins, este genio galés que podía interpretar tanto a Picasso como al Zorro, era si alguna vez iba a atreverse a hacer una segunda parte de "El silencio de los inocentes", el filme que le valió un Oscar al mejor actor por haberse convertido en uno de los peores psicópatas asesinos que se hayan visto en la historia del cine. El actor nunca negó su interés en esa posibilidad, consciente de que Thomas Harris, el autor de la novela que había inspirado la película que dirigió Jonathan Demme, trabajaba intensamente en una secuela. El libro se publicó, tuvo mucho éxito, y como era de esperar, "Hannibal", la segunda parte de "El silencio de los inocentes", llegó finalmente a las carteleras de todo el mundo cosechando tanto éxito como polémica. Este jueves se estrena en los cines rosarinos. -¿Cómo fue la experiencia de volver a meterte dentro de la piel de Hannibal Lecter? -Muy interesante. Decidí no copiar lo que había hecho en la otra película, pero seguí usando la misma técnica que apliqué en "El silencio de los inocentes". Dejé que la filmación me fuera transformando lentamente en Hannibal, tomando como base al personaje que habíamos visto en el otro filme pero incorporándole elementos nuevos. No quería interpretar al mismo Hannibal Lecter. -¿Creés que "Hannibal" celebra la maldad? -No lo sé, no sé si es una pregunta correcta. ¿Por qué fuiste a verla? ¿Por qué el gran público paga su entrada para ir a verla? ¿Es que yo soy un perverso o es que la audiencia es perversa? Creo que no hay una respuesta precisa. Lo cierto es que la gente responde a esta propuesta. Durante la promoción de "Hannibal" hablé con muchas mujeres a las que les había encantado la película. Debo reconocer que me sorprendió un poco porque en este filme las mujeres no la pasan tan bien. Luego me enteré que las mujeres están preparadas para soportar mejor el dolor que los hombres. La gente con la que estuve hablando en estos días no eran psicópatas, no eran perversos, era gente normal, con un gusto adulto, y sin embargo todos la habían disfrutado. No creo que sean enfermos por haberla disfrutado, ni que yo esté enfermo por haberla hecho. ¿Por qué "Tiburón" tuvo tanto éxito? Recuerdo las enormes colas que se habían formado en las puertas de los cines para verla por primera vez. Esa sí que era una película de horror. Y sin embargo, no tuve que ir a consultar con un psiquiatra a la salida del cine porque había decidido ir a ver esa película. Fui a verla porque me gusta que me asusten, eso es todo. -¿Nunca te inquietó su nivel de violencia? -No. Eso es algo inherente al cine. Ya en 1960 había larguísimas colas para ver "Psicosis". Y algunos años después ocurrió lo mismo con "El exorcista". ¿El éxito de estas películas quiere decir que la gente estaba muy loca? No lo creo. Para mí mucha gente va al cine para asustarse. Es lo mismo que con la montaña rusa, ¿para qué van a los parques de diversiones? Para asustarse. Cuando era chico a mí me gustaban las montañas rusas, porque hay un momento en que no podés respirar del miedo y después, cuando te bajás, te estás matando de risa. El cine funciona de la misma manera. ¿Es que acaso el ser humano es masoquista por naturaleza? No lo creo. Es simplemente un juego. A veces, cuando tengo tiempo, voy al parque de diversiones, porque me encantan las montañas rusas. -¿Fue tan divertido interpretarlo como se ve en la pantalla? -Sí. Lo que me atrae de Hannibal es que es un hombre que puede ser tan divertido como temible. Es un personaje muy extraño, porque sólo mata a los villanos, como Harry El Sucio. En las películas hay muchos personajes que hacen barbaridades y nadie los cuestiona. Nos entretienen y nos asustan a la vez. Las tragedias de Shakespeare que se hacían en Europa en los siglos XV y XVI eran bastante sangrientas, y las tragedias jacobinas como "It's a Pity She's a Whore" y "Duchess of Malfi" también lo eran, porque así era la vida en aquel entonces. Lo curioso es que todas estas historias están ambientadas en Italia, una buena muestra de que el Renacimiento tuvo una buena dosis de barbarie y de crueldades horribles. Ahora, como audiencia moderna que somos, nos sentamos a mirar las mismas cosas, pero en el cine... -Hace dos años dijiste que ibas a abandonar la actuación porque era una manera estúpida de ganarte la vida. ¿Por qué lo dijiste y por qué decidiste volver a actuar? -Yo nunca dije que iba a dejar de actuar. Lo dije en el set de "Titus" y en ese momento sí creía que actuar era una manera estúpida de ganarme la vida. En esos días había rodado una escena en la que yo estaba tirado boca abajo en el barro mientras alguien me arrastraba, y en ese momento realmente pensé que esa no era una forma inteligente de ganarme la vida. Yo estaba muy cansado y le dije a algún colega, creo que fue Alan Cuming, que necesitaba unas largas vacaciones después de esa película. Alguien me debe haber escuchado porque al día siguiente, recibí un llamado telefónico de un periodista inglés que me preguntó si era cierto que planeaba retirarme. Yo le respondí que como ellos eran los dueños de la verdad en Inglaterra, obviamente debían saber la verdad, porque yo, que era apenas un actor ignorante, no la sabía. Le dije también que si quería que le dijera la verdad, sólo pensaba en tomarme unas vacaciones. El me volvió a insistir con lo de mi retiro y yo le contesté que si eso era lo que él quería decir, que lo dijera. -¿Qué hiciste en los nueve meses que te tomaste de vacaciones? -Me ocupé de cuidar mi cuerpo. Cambié mi dieta, porque cuando estás filmando y estás trabajando mucho, rodando hasta muy tarde, uno no puede controlar lo que come. Decidí que era hora de ponerme en forma, me dediqué a escalar, a correr y a caminar por las playas de California. Salí a pasear en mi auto, leí y toque el piano todo lo que quise. Después filmé unos días en "Misión imposible 2" y luego hice "Hannibal", que fue mi retorno como protagonista. Pero ya estoy pensando en cuándo voy a volver a tomarme unas largas vacaciones.
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