Año CXXXIV
 Nº 49.025
Rosario,
domingo  11 de
febrero de 2001
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La escritora que se reveló en la madurez
E. Annie Proulx, tres novelas y un libro de cuentos
Con "Canciones del corazón", a las 53 años, la narradora norteamericana dio a conocer un particular mundo

Carlos Roberto Morán

E. Annie Proulx (se pronuncia pru) es una escritora norteamericana que ha escrito pocos pero contundentes libros de ficción. Llegó a la narrativa ya adulta, tanto que su primer libro, "Canciones del corazón y otras historias", fue publicado en 1988, cuando la autora tenía 53 años. Con sus tres novelas y "Canciones del corazón", una compilación de excelentes cuentos, ha ganado muchos premios y conseguido miles de lectores pese a que sus relatos no apelan al facilismo ni al lugar común. Por el contrario, son textos ambiciosos y complejos, especialmente el último de ellos, "Los crímenes del acordeón".
Nacida en Connecticut, Nueva Inglaterra, en 1935, Proulx residió la mayor parte de su vida en Vermont. Se graduó en Historia y luego obtuvo el doctorado en Historia Económica del Renacimiento. Durante años escribió artículos periodísticos (muchos de los cuales, especialmente los relacionados con comidas, han sido compilados en libros) pero, como se dijo, sólo a fines de los 80 se reveló como escritora de ficciones. Como notable escritora, digamos también.
Luego de "Canciones del corazón" publicó su primera novela, "Postales", en 1992 con la que obtuvo el conocido premio PEN/Faulkner Award y fue, créase o no, la primera mujer en recibirlo. Con "Atando cabos" (1993), obtuvo los dos premios más prestigiosos de su país: el Pulitzer y el Nacional y conoció la fama internacional. La novela ha devenido película y el nombre de Annie Proulx desde entonces no ha descendido de las carteleras. Su última novela, "Los crímenes del acordeón", data de 1996. Es un libro de gran aliento con el que ha intentado recorrer la historia de su país en los últimos cien años, uniendo lo público con lo privado y, respecto de éste, contando sobre lo sórdido y lo marginal, los padecimientos de las minorías que intentaron y siguen intentando fare l'America.
Proulx es dueña de una imaginación frondosa, apasionada y apasionante. Sabe contar con lujo de detalles las generalmente nada fáciles vidas de sus múltiples personajes. Lo puede hacer en tres líneas o en treinta páginas, pero sus descripciones serán siempre complejas, agudas, como si se tratara de una pintora hiperrealista que no olvidara ningún particularidad, ninguna zona del personaje retratado, aun la más recóndita, aun la más siniestra.
Las "postales" a la que alude su primera novela tiene que ver con la serie de cartas recibidas a lo largo de los años en una granja de la región de Vermont luego que uno de los hijos del matrimonio Blood (sangre), Loyal, matara a su amante y huyera para no retornar más. Los habitantes de la granja mutarán, morirán incluso, sin que Loyal se entere mientras sigue aferrado al espacio mítico que su mente creó (y por eso no dejará de mandar postales a sus padres muertos, a su hermano que ha dejado también para siempre el terruño) mientras recorre el país, no se sabe bien si para encontrar su arcadia o para continuar huyendo.
Proulx, tanto en esta novela como en los restantes trabajos, se mostrará dueña y señora de diversos "registros" narrativos y así podrá saltar del humor más negro y mortífero a la emoción, de la descripción objetiva de un hecho a la de mayor subjetividad, del erotismo a la ironía, del acto vesánico al más abúlico, todo lo cual le posibilita escribir en "panorámica", atacando a personajes y situaciones desde la mayor diversidad de ángulos posibles.
Quien emprenda la lectura de los libros de Proulx deberá saber que tendrá que munirse de paciencia, que sus historias no tienen grandes misterios y que aun cuando los hubiese, los enigmas pueden dejar de ser tales por el sólo desenvolverse de la vida, o perdurar más allá de los relatos, y que en muchos casos -eso se evidencia especialmente en "Los crímenes del acordeón"- la autora se demorará todo lo que considere necesario antes de "soltar" la presa, vale decir sus personajes.
Con todo, el libro de la norteamericana que más nos ha satisfecho no es su novela popular por antonomasia, "Atando cabos", ni las otras dos sino el primero de ellos, "Canciones del corazón", la selección de sus relatos que transcurren en esa norteña Nueva Inglaterra de la que Proulx nunca dejó, a pesar de haberse transformado en una promocionada escritora.
Por comparación, los once textos que integran el volumen presentan una redacción más escueta, menos verborrágica, que las novelas posteriores, dando la impresión de que en sus primeros tanteos narrativos Proulx no quiso arriesgar y se limitó a contar con una economía de medios que luego no repetiría. Fue una buena decisión, porque con ese decir lo justo la escritora norteamericana logró relatos de gran calidad, en los que los escenarios elegidos -generalmente el campo solitario y hostil- cobran una preponderancia tal que se vuelven tan o más importantes que sus (también) solitarios personajes principales.
Por comparación, y pese a su fama, "Atando cabos" no resulta un texto demasiado atractivo. En él se narra la pequeña odisea personal del joven y viudo Quoyle, quien debe dejar Nueva York con sus dos hijitas y trata de hacer pie en otro territorio hostil: la costa de Terranova, en Canadá. Allí trabajará en un periódico lugareño, "El pájaro charlatán", conocerá a una viuda que tiene un hijo con síndrome de Down, soportará a una extravagante tía y en tanto intentará construir una nueva vida, desatando y atando los nudos de su existencia.

Una gran historia
Pero y hasta ahora el verdadero tour de force de Proulx es, sin duda, "Los crímenes del acordeón", historia de historias que reclamará del lector la gran paciencia mencionada para concluir sus más de 400 abigarradas páginas.
El acordeón es obviamente un instrumento musical degradado, es decir que no tiene el "prestigio social" de un piano o un violín digamos por comparación, no es aquello con lo que el concertista puede exhibirse en los grandes salones. El instrumento corresponde, dice Proulx, a las clases degradadas sobre las cuales narra con mucha solvencia, lo que es decir con mucho conocimiento de causa.
La novela se inicia a comienzos del 1900 con la historia del acordeonista italiano que llega a los Estados Unidos con su hijo y su miseria a cuestas con la intención de conquistar La Mérica. Opta por Nueva Orleans (Nov'Orlenza, la llama) porque le dijeron que allí entenderían mejor su lengua y su música. Por supuesto, la realidad que se le presenta es muy distinta, tanto que lo confunden con un grupo de ácratas y encuentra la represión, la cárcel y la muerte. De él sólo subsistirá el acordeón de color verde que logró confeccionar en la espantosa pensión en que había encontrado precario refugio.
Lo que sigue después son relatos previsibles, historias de vida también previsibles no por su desarrollo, sino por el desencanto que acompaña cada acción de los personajes que llegan a tocar al instrumento verde, degradado por definición, pero acompañado por la degradación adicional que supone el paso del tiempo y el mal uso que le van dando sus distintos propietarios. No es la historia de los éxitos sino de los fracasos y los fracasados (alemanes, vascos, latinos, negros, entre muchos otros) a lo largo de los años y de la extensa geografía norteamericana. Quizás no se trate de un libro totalmente logrado, pero está cargado de tensión, de momentos narrativos excepcionales. Por momentos el exceso de descripciones lo vuelve tedioso (especialmente cuando Proulx se detiene en las diversas características de los instrumentos musicales o de los distintos géneros musicales que se ejecutan), pero son escollos menores en relación al gran intento de la novela y más, a la gran pericia narrativa de la estadounidense.



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