Los festejos de carnaval, una celebración que durante este mes cobra relevancia en el mundo entero como el momento en que se subvierten las normas tradicionales de la sociedad, en un marco de alegría y desenfado, encuentran en Argentina expresiones que varían de acuerdo a las tradiciones, identidad e historia de cada lugar.
Así como los festejos de Gualeguay, Gualeguaychú o Corrientes expresan, dentro de su singularidad y de su propia historia, cierta mixtura con la tradición carioca, los carnavales del norte del país tienen un contenido y una exteriorización diferente. Manifiestan costumbres, ritos, creencias y pasiones vinculadas con un pasado prehispánico que también se observan en regiones de Bolivia y Perú.
En este marco, los pueblos del interior del país, algunos con más tradición que otros, organizan corsos, bailes y distintos festejos que celebran el carnaval, una fiesta que aunque no distingue clases sociales es profundamente popular, y se nutre de pasiones imposibles de explicar.
Gualeguaychú de fiesta
Gualeguaychú, sede del tercer carnaval más importante de todo el mundo después de los de Venecia y Río de Janeiro, según sus organizadores, crea hasta principios de marzo un espectáculo imponente en color y belleza, pero también genera para sus habitantes una fuente de trabajo durante todo el año.
Este año cinco comparsas participan activamente: Marí Marí, Ará Yeví, O'Bahía, Kamarr y Papelitos. Cuatro de ellas son las que desfilan, mientras la restante colabora en la actividad y actúa en giras por otras provincias.
Cada carnaval las comparsas, compuestas por 250 bailarines, músicos, cantantes y batuqueros, además de 100 asesores que se encargan de la parte técnica, el vestuario y el sonido, presentan su majestuosidad a través de un tema o argumento que se va explicando a lo largo del recorrido por el corsódromo.
El desfile de cada comparsa, con la presentación de cuatro carrozas, dura poco más de una hora y, por lo general, lo abre un grupo llamado comisión de frente, integrado por figuras muy visibles y trajes impactantes que buscan atrapar al espectador. Luego aparece la carroza de apertura que trae consigo la presentación del tema. Las dos carrozas intermedias se ligan directamente a las escuadras que las acompañan, y la de cierre, cercada por la batucada, conlleva un mensaje final.
Los espectadores del Carnaval del País se detienen a observar la confección de los espaldares, aditamento que los comparseros llevan en sus hombros y espaldas como mochilas, donde aparte de su belleza, se destaca la figura que cada integrante simboliza.
La batucada, a diferencia de otros carnavales donde es un complemento de la música, es totalmente independiente. Está compuesta por 30 integrantes que llevan instrumentos sólo de percusión y el ritmo lo marcan los redoblantes, los surdó -bombos que van colgados para ser batidos por un caño- y los sicuallos -formados por múltiples rodillos que suenan al tocarlos entre sí-.
El alma de las comparsas
En esta edición, O'Bahía, que pertenece al Club de Pescadores, se presenta con "Odisea de carnaval, un espacio para reflexionar", donde invita a evitar las acciones irresponsables que tienen los seres humanos frente a la naturaleza, y propone un viaje a través del sistema solar en las mágicas noches de carnaval.
Ará Yeví, del Tiro Federal, liga su tema "Influjo del Carnaval" al nombre de la ciudad, recordando un amor indígena. Un indio, Yaguarí Guazú, se enamora de una india, Yeví, de otra tribu. Este romance es condenado por ambas tribus rivales y los amantes son condenados a pertenecer eternamente, en cuerpo y alma, a componentes de la naturaleza.
La representante del Centro Sirio Libanés, Kamarr, que en árabe significa luna, eligió la consigna "Utopía, territorio de la mente", e invita a un vuelo imaginativo, donde la mente logre llegar a un ciudad ideal: Megalópolis. Esta ciudad tiene fuentes de deseos y de eterna juventud, patrullas cósmicas y seres robotizados, que envían un claro mensaje sobre los peligros de la excesiva mecanización del hombre.
Por último, la comparsa Marí Marí, del Club Central Entrerriano, desfila bajo la consigna "En busca de la ciudad perdida", donde un arqueólogo local invita a un viaje en el tiempo, más exactamente al siglo V antes de Cristo, cuando una expedición de fenicios invadió tierras en busca de productos para comerciar, instalándose sobre la actual Gualeguaychú.