Año
 Nº
Rosario,
sábado  20 de
enero de 2001
Min 14°
Máx 29°
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Oasis y Neil Young cerraron el festival Buenos Aires Hot en una noche marcada por la confusión y las paradojas
Rock: Un breve bocado inglés
La banda de los hermanos Gallagher dio apenas una muestra de sus mejores canciones

Carolina Taffoni

Buenos Aires (enviada especial).Ð Las cosas cambian. Los recitales de Neil Young y Oasis en la última fecha del festival Buenos Aires Hot prometían ser la gran fiesta rockera de dos generaciones. Algunos hasta fantaseaban con la posibilidad de que se juntaran en el escenario para cantar "Hey Hey My My", el himno del viejo lobo norteamericano que los señoritos malos ingleses vienen versionando en su gira. Pero nada de esto pasó.
La noche del jueves estuvo marcada por la confusión y las paradojas, dos palabras muy familiares a los festivales de rock. Para empezar, el marco le quedaba chico al cuadro. La convocatoria fue notablemente menor a la del miércoles, cuando tocaron REM y Beck, y el clima tampoco ayudó. En lugar de cervezas se vendían pilotines y la gente sólo se metía en las carpas de entretenimientos para refugiarse de la lluvia.
Además, el público estaba convencido de que primero tocaba Neil Young y después cerraba Oasis. Y ocurrió lo contrario. Aunque los organizadores aseguran que el cambio estaba anunciado desde hacía cinco días, parecía que sólo ellos estaban enterados. La movida fue un error fatal. La mayoría había comprado la entrada para ver a Oasis, es lógico, y una vez que los ingleses terminaron el trámite, muchos huyeron del Campo, en parte ahuyentados por la llovizna y el frío.
Así Neil Young y sus Crazy Horse quedaron tocando para una minoría, como si hubiesen actuado en cualquier otra parte, en Obras o en algún teatro. Lo positivo de todo el asunto es que esta vez no abundó ese público desorientado de los festivales. Acá había fans abnegados que sabían lo que querían ver. Los de Oasis recibieron su breve bocado y se quedaron con las ganas. Los de Young se sacaron el gusto de sus vidas.
Esta vez Oasis no ensordeció como su primera vez en el Luna Park, en marzo del 98, cuando los decibeles hicieron explotar varios tímpanos. Esta vez se limitaron a su inesperado papel de teloneros, hicieron 13 temas en una hora y cuarto, y por sobre todas las cosas demostraron que siguen vivos. Hasta hace un par de meses, se dudaba que el grupo de los hermanos Gallagher llegara entero al festival de Río. Oasis viene de dos años por demás de conflictivos, que pusieron a la banda muchas veces al borde de la ruptura. Poco antes de la edición de su último álbum, "Standing On The Shoulder Of Giants", el segundo guitarrista y el bajista de la formación original huyeron y tuvieron que ser reemplazados de emergencia.
Cuando parecía que la relación entre Liam y Noel Gallagher había encontrado cierto equilibrio, sus problemas personales los apabullaron.
Estos datos no son anecdóticos. Sirven para explicar por qué hoy Oasis parece una banda cansada de sí misma, como sobreviviente caprichosa de los restos del brit pop, esa bandera que por un lado levanta con orgullo y por el otro esconde y niega. Los Gallagher enfrentaron demasiadas batallas en muy poco tiempo, y las cicatrices se notan. Esa sensación de desgaste sobrevoló el recital como un fantasma, pero jamás llegó a afectar el corazón de la banda, fundamentalmente porque está convencida de la música que hace. Es así, el día que los Gallagher salgan a decir que el rock es una porquería nadie les va a creer una palabra.
Es cierto que la fórmula de Oasis está agotada, pero los temas siguen siendo de ellos. Desde que aparecieron en el 94, ninguna banda inglesa de rock pudo igualarlos en los rankings. Su último disco fracasó en Estados Unidos, y Radiohead amenaza con hacerles sombra, y así y todo, nadie pudo sacarlos del trono británico.
Eso también se notó en el Campo de Polo. "Soy de Oasis, es un sentimiento, no puedo parar", gritaba la gente desde el césped, recuperando el espíritu futbolero. Había remeras del grupo por todas partes, pero ya desaparecieron esos clones de los hermanos Gallagher, con esas camisas amplias, ese corte de pelo neobeatle y las zapatillas Adidas. Todo un signo de otros tiempos.
El público argento de Oasis se sabe todas (todas) las letras, y las canta como un aplicado alumno de inglés que entiende lo que dice. Los Gallagher y compañía responden con rock, palo y a la bolsa. Nada de arengas, discursos torpes en español o camisetas de la selección Argentina.
Si hoy existe un cantante punk en escena debe ser Liam Gallagher. Detrás de los lentes oscuros, cantando debajo del micrófono, mantiene una actitud de desafiante indiferencia que todavía mete miedo. Cuando desaparece detrás del escenario nunca es seguro que vuelva. Su pose se resume en su efecto: cuando dijo "gracias", gracias en español, todos estaban sorprendidos por esa sola palabra como si se tratara de un gesto de delicadeza.
"Go Let It Out" arrancó con un problema de sonido que enseguida se solucionó, pero los Gallagher ni se inmutaron. Siguieron tocando como si nada, toda una actitud rockera. Del último disco también presentaron "Who Feels Love" y "Gas Panic", donde brilló el solo del hermano mayor. El mismo Noel también se encargó de versionar al que estaba por venir. El mensaje de "Hey Hey My My" es claro y creíble en manos de Oasis.
Aunque saltó a los rankings hace apenas siete años, "Supersonic" en vivo suena literalmente como una canción del siglo pasado. Esa sensación se repitió con la conmovedora "Wonderwall" o la soberbia "Champagne Supernova". La arrogancia, ese motor infalible de Oasis, parece haber dejado paso a cierta nostalgia por las glorias perdidas.
"Roll With It", en cambio, sonó revitalizante, con destellos del fuego inolvidable del 95. Noel Gallagher logró emocionar con "Don't Look Back In Anger", y hasta regaló una sonrisa. Los que no los vieron en el Luna Park pudieron experimentar en vivo un himno perfecto como "Live Forever" y todo el nervio rockero de la banda en "Rock and Roll Star".
Fue apenas una muestra de sus mejores canciones, y no hubo nada que no se pueda escuchar en el reciente doble "Familiar To Millions", grabado en el estadio de Wembley en julio del año pasado. Pero Oasis también pudo tener una mala noche, y no la tuvo, y en vivo es una de las bandas de rock más auténticas y sanguíneas que se puedan encontrar ahora en el planeta.



Gallagher mantuvo una actitud distante con el público.
Ampliar Foto
Notas relacionadas
Una postal viva de las glorias y vicios del rock
Diario La Capital todos los derechos reservados