Europa está convulsionada por la aparición a lo largo y ancho de todo el continente de animales infectados con encefalopatía espongiforme bovina (BSE), conocido como mal de la "vaca loca". En Inglaterra, Italia, España, Alemania y Austria se detectaron en los últimos días animales afectados por la enfermedad, provocando una nueva retracción en el consumo de carne proveniente de animales rumiantes (vacunos, caprinos y ovinos) por parte de los europeos. Para colmo, existe la posibilidad -actualmente bajo estudio- de que la enfermedad se pueda contagiar a través de la leche, lo que amenaza con afectar a los lácteos derivados. La BSE apareció en Gran Bretaña en la década de 1980 y está relacionada con una variante mortal en humanos: la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, que ha matado a 80 personas en Gran Bretaña y dos en Francia. A partir de este mes, los países socios de la UE impusieron la práctica de examinar todas las reses de más 30 meses con el fin de garantizar que no padecen del mal e impedir que carne contaminada sea vendida a los consumidores. La posibilidad de que la enfermedad se pueda contagiar a través de la leche de los animales infectados no se descarta. Este tema viene siendo sometido a estudio, pero ya despierta polémicas. En ese sentido, la ministra de Agricultura de Alemania afirmó que "no se puede descartar que los productos lácteos procedentes de reses afectadas por el mal constituyan un peligro para el consumidor", contrariando una declaración de la Comisión Europea que excluyó a los lácteos como potenciales transmisores. Los científicos estudiarán si los priones, las proteínas del cerebro mutadas que provocan la BSE, pueden ser transmitidos a través de la leche de reses infectadas. Muchos de los productos animales que entraron en la cadena alimentaria durante la epidemia de las vacas locas en Gran Bretaña provenían de vacas lecheras.
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