Que el tenis arde es una frase ya demasiadas veces utilizada, pero también la descripción más literal de lo que sucede en el Abierto de Australia, un Grand Slam achicharrado por temperaturas récord. Prepárense para lo peor, tituló en su edición del domingo un diario local, y no se refirió a echar por tierra las esperanzas de gente como Kuerten, Sampras, Agassi, Hingis o las hermanas Williams, sino a la ola de calor que llevará los termómetros en Melbourne a 43 grados en las próximas horas. El récord en la capital del estado de Victoria es de 45,6 grados en 1941, pero un par de cientos de kilómetros al oeste, en Mildura y Horsham, la marca superará en estas horas los 46, según pronóstico el servicio meteorológico local, cuya eficiencia parece heredada de los británicos. Las estrellas del tenis pudieron entrenar ayer con temperaturas aún frescas, en torno a los 30 grados. Y si superan la prueba de fuego del domingo -hace 18 años, en un día similar, 70 personas murieron en el sur del país debido a incendios forestales-, la promesa para hoy es de un fuerte descenso a 25 grados. Con 7,76 millones de dólares en premios, puntos para las clasificaciones mundiales de la ATP y la WTA y la expectativa de cada comienzo de temporada, 256 jugadores de todo el planeta lucharán desde este anoche por dos trofeos reservados desde el comienzo a sólo unos pocos privilegiados.
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