Marcelo Menichetti
Alfredo Abalos cumple 45 años como artista y los celebra cantando. Antes de subir al escenario de Cosquín en la luna inaugural del próximo sábado 20, el popular cantor llega a Rosario acompañado por Hernán Lattanzio (guitarra), Martín Abalos Santillán (guitarra), Gonzalo Lares (bajo) y Santiago Abalos Santillán (violín, bombo y mandolín) para presentar su último álbum Te digo chacarera. El célebre Gordo Abalos actuará esta noche, a las 21, en la peña de la escuela Enrique Pestalozzi, de Mendoza 3969. En el mismo espectáculo se presentarán Marisa Palacios, Graciela Sansone y Juan Manuel Stenta. Con su vida organizada en Santiago del Estero, el cantor nacido en la provincia de Buenos Aires divide su amor entre dos pagos: Nací en San Fernando y hace más de 30 años que estoy en Santiago, pero uno tiene un pedacito del corazón en cada lugar en el que ha vivido, confiesa con nostalgias durante una extensa charla que mantuvo con Escenario. El artista evocó sus comienzos con la música y dejó escapar el espíritu libertario que caracteriza su carrera: Quizá porque soy un tipo valiente se me han cerrado infinidad de puertas, porque por ahí pego un grito ante alguna injusticia de las tantas que se ven en el país y en el mundo, admite sin arrepentimientos. -Se dice que la vida del artista es hacer caminos, ¿qué importancia tiene la familia para usted? -Cuando tenía dos meses murió mamá y me crió una tía. Así que me crié separado de mis hermanos. Nosotros éramos ocho. Mi papá se quedó con los cuatro varones más grandes y las tres mujeres fueron a un asilo de monjas de San Isidro. Y yo solo. Debe ser por eso que siempre tuve la inclinación por formar una familia unida. Mi familia es lo más importante que tengo en la vida: ese grupito formado por mi compañera de casi 32 años y los chicos. No debe haber cosa más hermosa que la casa de uno, como la que tengo en el barrio 8 de Abril de Santiago. -¿Desde cuándo viene a Rosario? -Hace qué se yo los años. Con Alberto Ocampo y los changos violineros vinimos a la peña El Hornero. En esa época nos hicimos de muchos amigos. Estaban, además, la peña Martín Fierro y una en el Club Provincial que era hermosa, también tocamos en el Monumento a la Bandera. Hace como 40 años que vengo y por ahí más también. -¿Han quedado amigos por acá? -Sí hijo, sí. ¡Cuántos ruinas amigos tengo aquí! Amigos como José Luis Torres, Oscar Velazco... Pobrecito Oscar, lo adoptamos hace unos años con mi mujer (risas). Y el otro ruina del Puka Ruiz.., Chacho Conde, el Negro Ielpi. Y mucha gente del folclore, porque la vida de uno han sido las peñas, el canto y la danza. -¿O sea que el artista no solamente llega y actúa sino que va creando relaciones por donde anda? -Claro, eso es lo más lindo. Subir al escenario es el momento más sublime del cantor, del músico y después quedan los amigos que uno va dejando en el camino. Por ahí me canso de viajar tanto, pero cuando estoy en casa pienso qué será de la vida de fulano, qué estarán haciendo por allá. Es una maravilla la vida hecha con el canto y todas las amistades que te da. -¿Cómo fue su vida en Buenos Aires? -De joven viví en casa de mi abuelo en San Isidro. Siempre buscaba el folclore e íbamos al club social de Beccar donde había una peña. Ahí lo conocí a Alberto Ocampo. Un día me llamó porque su bombisto iba a dejar el conjunto y así empecé. Tenía 17 años, hace 45. Debuté debajo de una tribuna de la cancha de River en los carnavales del año 55 con Alberto Ocampo. -¿Por qué se instaló en Santiago? -Bueno, yo iba de visita y siempre me quería quedar. Me gustaba Santiago por la música, por la gente y por tantas cosas. Yo trabajaba en San Fernando en el Banco de la Provincia de Buenos Aires pero un día renuncié y pude irme a Santiago para quedarme. Ya hace más de 30 años. -¿Cuándo debutó en Cosquín? -En el 80. -¿Eso fue en su segunda etapa artística? -Claro. Yo había dejado la carrera pero cantaba igual. Hacíamos giras por las escuelas del interior. En ese tiempo trabajaba en la Secretaría de Educación y Cultura de la Provincia así que cantaba y me llegaba a la posta sanitaria y hablaba con el maestro de la escuela y cuando volvía a Santiago avisaba que hacía falta tal o cual cosa. Imaginate, en medio del monte por ahí pasaban años y no llegaba un funcionario de nada. -¿Cosquín fue un poco la vuelta? -Cosquín siempre fue importante y yo siempre fui un tipo medio especial ¿no? Siempre decía: A Cosquín no voy a ir a pedir limosna. Si me llaman iré y será porque me necesitan, porque me consideran un buen cantor. Pero pedir limosnas jamás. Bueno, un día me llamaron. -¿Eso le abrió las puertas para salir del país? -Sí, hice bastantes cosas, pero nada que fuera una locura. Vos has visto cómo es esta mentira sobre la gente que va a cantar al Carnegie Hall. ¡Mentira, hijo! Yo también voy a cantar al Carnegie Hall, porque el Carnegie Hall no contrata a nadie; el Madison Square Garden no contrata a nadie. Yo voy y lo alquilo, invito a toda la colectividad argentina, me compro diez damajuanas de vino y unas empanadas y hacemos una peña y sacamos las fotos: Alfredo Abalos en el Carnegie Hall. Así hacen todo estos infelices que están en la tontera. -¿Y dónde cantó usted? -Canté para toda la colectividad argentina y uruguaya que es la que gusta de lo que uno hace. Estuve en Nueva York, Boston, Chicago, Washington y Miami. Fueron dos lindos viajes y me quedé tres o cuatro meses cada vez que fui. También anduve en México y en un montón de países de América. -Un porcentaje muy alto de jóvenes folcloristas lo menciona como su cantor de referencia, ¿qué opina de eso? -Mirá vos... Me quieren mucho porque siempre he hecho esto con mucha seriedad. No he estado en la tontera de cantar pavadas para ganar tres pesos. Quizá me tendrán como ejemplo los chicos, por ser un tipo sincero y por eso se me han cerrado infinidad de puertas, porque por ahí pego un grito ante alguna injusticia de las tantas que se ven en el país y en el mundo. -Piensa que eso también es tarea del cantor popular? -Sí, yo creo que sí hombre. Uno tiene que pegar un grito y defender los intereses de los argentinos, de lo nacional. ¿Qué otra cosa vamos a hacer que defender nuestras danzas, nuestras tradiciones? Si no nos podemos liberar económicamente, ni políticamente y estamos de rodillas, bueno, liberémonos culturalmente. Entonces insto a la gente a encontrarnos en la sociedad de fomento, en el club del barrio y bailar nuestras danzas para que no se pierdan. Un pueblo sin identidad es fácil de dominar y lo que están buscando es la dominación. -El folclorista defiende la tierra donde nació, ¿cuál es su patria, Buenos Aires o Santiago del Estero? -Amé Santiago siempre. Imaginate que uno no deja de reconocer el lugar en el que ha nacido. En San Fernando estuve hasta los seis años, un changuito. Pero en Santiago hace más de 30 años que estoy, así que uno ama todos los lugares donde ha estado. Uno tiene un pedacito del corazón en cada lugar en el que ha vivido.
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