Ana D'Amore (85 años) es tan encantadora como su historia. Hace 51 años que atiende su panadería de Güemes al 2700. Es amable con los clientes, cortés con los desconocidos y su tonada italiana cautiva a quien quiera escucharla. Vino a Rosario después de la Segunda Guerra Mundial y se instaló junto a su esposo en Pichincha. Sólo uno de sus tres hijos la acompaña en el negocio. El local guarda los resquicios de un pasado floreciente: mostradores de azulejos, una caramelera, un reloj antiguo de pared que no funciona y cortinas de plástico para enrollar. La gente la admira y respeta por sus condiciones humanas y por lo casero del pan y las facturas que elabora. En su negocio existe el fiado y la confianza con los clientes. Ella se queja porque los tiempos han cambiado y ya no se vende ni un tercio de la mercadería que antes y porque vive poca gente en los alrededores. Pero sonríe cuando un joven conocido junto a una beba entra a la panadería. Alza a la pequeña en brazos y la acaricia. Es tan dulce como los alfajores de maicena que vende. Es para alquilarla como abuela, definió una vecina.
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