Año CXXXIV
 Nº 48981
Rosario,
jueves  28 de
diciembre de 2000
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La diversión se transformó en pocos minutos en un caos desesperante
Una carpa de circo se derrumbó sobre más de 250 espectadores en Bigand
Un tornado embistió contra la estructura principal. Pudo ser una tragedia pero sólo hubo treinta heridos

Silvia Carafa Andrés Abramowski

Bigand. - En plena función y como consecuencia de vientos de más de cien kilómetros por hora, cayó anteanoche la carpa del circo Australiano sobre 260 personas. El meteoro se desató a las 22.45 y transformó en un instante la diversión en pánico. El rescate de las personas atrapadas se realizó en medio de gritos y lágrimas, mientras se iba abriendo la lona con cuchillos. Hay más de treinta heridos, aunque ninguno reviste gravedad.
Pudo ser una tragedia, pero fue una desgracia con suerte, según los testimonios recogidos ayer al mediodía en Bigand, mientras la gente del circo evaluaba los destrozos y muchos curiosos recorrían el lugar de la casi catástrofe. No hubo tiempo para nada, la carpa se vino abajo en un instante, y en medio de la tierra y el viento que seguía, llegaban desesperados los padres de los chicos que habían ido al circo, contó Jorge Pellicioni, de FM Líder de Bigand.
El rescate -del que participaron bomberos del pueblo y de otras localidades, además de muchos vecinos- duró una hora. Pero para Fabián -electricista, trapecista y payaso del Australiano desde hace doce años-, fue interminable y desesperante; y cada vez peor, a medida que pasaban los minutos todo era más difícil.
Los testigos calcularon ráfagas de 150 kilómetros por hora y, para describir su intensidad, señalaban una casa rodante de nueve metros enganchada a una camioneta grande. Esa casilla se dio vuelta, decían asombrados, mientras Fabián explicaba que los vientos (cuerda que tensa la estructura) de la carpa no se soltaron y gracias a eso los palos mayores se doblaron en lugar de caerse sobre la gente. Pese a la fuerza del tornado, el único lugar afectado del pueblo fue el predio del circo.
Mientras él descansaba en su jaula, todos hablaban del oso Martín, que estaba haciendo su número mientras ocurrió el hecho. Un caño golpeó a su domador, Gustavo, y Martín lo sacó arrastrándolo al huir rumbo a su jaula. Lo rescató, decían algunos chicos, como si fuera un héroe. Menos mal que hizo lo de siempre -contaba un trapecista- y se fue a la jaula. El domador estaba atontado por el golpe pero pudo salir de la carpa gracias a Martín.
Yo estaba cerca del escenario -contó Facundo, un niño de 12 años- mientras el presentador hablaba del oso y la lona empezó a agitarse. El presentador dijo que saliéramos todos de la carpa, pero ahí se cayó. Encontré un agujero para escapar y después ayudé a una señora con su hija.
Dios los abrazó a todos. Con lo que pasó ayer acá es increíble que no haya muerto nadie, dijo Vilmar, un vecino que acudió al lugar al sentir un ruido como de explosión. El panorama que describió coincidía con otros relatos: Gritos y tierra por todos lados; la desesperación de la gente que buscaba a sus familiares en la oscuridad, sólo alumbrada por los refucilos; caños volando por todos lados. Y menos mal que recién se largó a llover cuando todo terminó.
Entre los fierros destrozados y restos de lona, ayer se hablaba de lo que podía haber pasado. Por suerte no fue durante el acto de los trapecistas, decía un equilibrista. Menos mal que no hubo un cortocircuito o un incendio, pensaba un vecino. ¿Y si hubieran estado los tigres en escena?, preguntaba otro. Una desgracia con suerte fue el saldo; para el pueblo, que no tuvo que lamentar más que un inolvidable mal momento; y para el circo, que ayer se aprestaba a seguir, porque el espectáculo no puede detenerse.



Así quedó la carpa del circo Australiano, en el suelo.
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