Una fusión nuclear descontrolada levantó literalmente el techo de concreto del cuarto reactor de Chernobyl el 26 de abril de 1986, y originó una nube radiactiva que mató a cientos de personas en los días siguientes y contaminó una extensa región de Europa Central, desde Turquía por el sur hasta Suecia por el norte. Se ignora hasta ahora el número exacto de personas que murieron tras el accidente y por las consecuencias tardías de la contaminación radiactiva procedente de Chernobyl. Expertos rusos estiman las víctimas en 300.000, pero sólo en Ucrania hay registrados 3,3 millones de afectados, y el Ministerio de Asuntos de Emergencia estima que, de ellos, mueren anualmente 2.500 a consecuencia de las lesiones sufridas. Al momento del accidente, el reactor de Chernobyl se hallaba en funciones hacía menos de tres años. Era un reactor de primera generación, que usaba agua como refrigerante y como barrera protectora entre el núcleo radiactivo y el entorno, modelo hoy considerado como peligroso. Plantas atómicas técnicamente idénticas siguieron operando en Rusia y en los países bálticos. En Ucrania, 13 reactores de la última generación siguen produciendo hasta hoy 54 gigavatios de energía.
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