En estas instancias decisivas, en las que los equipos que pelean por algo juegan con la mente en el partido que les toca y el oído en otras canchas, bien podría decirse que las ilusiones xeneizes murieron con el final del triunfo consumado de Chacarita y resucitaron dos horas después con el empate que Huracán les regaló en el Monumental ante River. Ese resumen de sensaciones ocurrió durante la tarde, durante las cuatro horas del partido que empezó a las cuatro en cancha de Vélez y terminó con el pitazo de Claudio Martín que sumía a todo River en una profunda depresión. Al fin, después de dos derrotas seguidas casi condenatorias en el final del torneo, Boca llega a la última fecha como líder absoluto con un punto de ventaja sobre su eterno rival y eso es lo que cuenta. Lejos de aprovechar la ventaja deportiva que suponía el cambio de cancha (se jugó en Vélez Sarsfield y no en San Martín, como sí lo había hecho River), Boca tropezó por segunda vez en cuatro días. Chacarita incluso pudo haber ganado por una diferencia mayor, ante un Boca desconocido y cansado, que volvió a sentir el esfuerzo que le representó el viaje a Japón. En el arranque, Chaca se paró en una clara postura contragolpeadora. De todos modos, Boca tuvo espacios para manejar la pelota en el mediocampo, pero no encontró la fórmula para resolver en los últimos metros. Riquelme utilizó la pelota con el criterio de siempre pero careció de intérpretes que dialogaran su mismo idioma. Y, como Martín Palermo quedó absorbido por la marca de Darío Caballero y para colmo quedó maltrecho tras recibir un golpe en la rodilla izquierda, las corridas de Delgado y las proyecciones de Hugo Ibarra se convirtieron en las únicas armas peligrosas de Boca. Los funebreros apenas se valieron de algunos pelotazos que encontraron mal parada a la defensa de Boca y de las diagonales de Daniel Fernández para complicar a su rival. En el último cuarto de hora se acentuó el dominio territorial de Boca, que siguió sin tener claridad en las cercanías del área local. Tras la reanudación, Chacarita golpeó en la primera jugada. Ibarra se complicó ante Carrario, Fernández mandó un centro desde la izquierda, Ariel Rosada la peinó en el camino y, con la defensa mal parada, el Tweety la mandó al gol. Boca se terminó de complicar con la expulsión de Delgado (se habría excedido verbalmente), por indicación del asistente Ernesto Taibi y enseguida llegó el segundo. Serna la perdió con Moreno y el ex San Lorenzo sacó un remate desde veinte metros que sorprendió a Córdoba. Tres minutos más tarde, Boca descontó y el suspenso se adueñó del desarrollo: Riquelme ejecutó un tiro libre y Bermúdez se levantó, prácticamente solo, para cabecearla al gol. Desusadamente, Boca era un canto al desorden, pero a Chacarita le faltó tranquilidad para rematarlo. A falta de buen fútbol, la hinchada de Boca comenzó a hacer oír su aliento. Y el árbitro Gabriel Brazenas se dejó impresionar por el marco y comenzó a inclinar la cancha hacia el área local con varios pitazos. Sin embargo, Boca no lo supo aprovechar y Chacarita se perdió el tercero en varias ocasiones. Chacarita fue fiesta descontrolada. Boca, cabezas gachas y gestos de resignación, de mucha resignación. Hasta que el grito que no supieron fabricar en su partido lo desahogaron en el otro con el gol de Huracán.
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