Carlos Menem
Durante la década pasada la Argentina fue declarada Aliada Especial de los Estados Unidos. Con ese gesto se reconocía la incorporación del país al mundo de los que crecen y se declaraba la vocación argentina por la paz: mi gobierno había enviado tropas de paz a diversos sitios del planeta, los Cascos blancos. Jugué fichas altas en el paño de las finanzas mundiales: apunté la proa del progreso hacia la dolarización de la economía y la Alianza de Libre Comercio de las Américas. Por primera vez en la historia, con mi participación en la Asamblea Anual del Fondo Monetario Internacional junto a Clinton y Camdessus, un presidente extranjero tuvo tal participación en la asamblea. Hoy el gobierno mira con nostalgia que Chile se convierta en el primer socio del libre comercio con los Estados Unidos. Nuestro gobierno puede perder una vez más la oportunidad de cosechar una vieja siembra. No será perdonable que ni tan siquiera se levanten los frutos que dejamos en el camino y que se ofrecen, pródigos y maduros, para que el gobierno los haga propios. Después de una década trabajosa, la Argentina había logrado calmar sus ansiedades inmediatas y planificar su porvenir. Hoy los jóvenes vuelven a irse del país, el pueblo le teme a la economía, el gobierno no consigue créditos internacionales que antes nos ponían por delante sin requerirlos y sufrimos de una administración perezosa. Todos los días la gente se siente amenazada por la inestabilidad financiera, nerviosismo en los mercados, rumores inflacionarios, empresas que se van y capitales que se fugan. Tras un año de gobierno se ha logrado lo que parecía imposible: regresar al círculo de una economía que no puede sostenerse. La suba de impuestos y la baja de salarios son dos medidas que, tomadas en conjunto, producen un solo efecto: reducción inmediata del consumo. Esto crea recesión en el comercio, despidos y disminución del dinero circulante, y así la economía se aplasta sola, se encierra en un laberinto cada vez más pequeño y se envicia. La Alianza no hizo lo que prometió y realizó lo que no dijo. Los escándalos políticos en los que se ha involucrado terminaron con ella: el jefe del partido menor se retiró del gobierno y la Alianza quedó virtualmente rota y sin definiciones claras sobre su verdadera situación actual. El cóctel actual es muy peligroso: alto endeudamiento, tasas altas, recaudación baja, recesión interna, baja de salarios, alto déficit, ninguna inversión productiva, evasión tributaria récord y alza del riesgo país. Nadie puede quedarse viendo esta crisis sin comprometerse con ella. Está en juego el destino nacional. En la medida en que podamos cooperar, lo haremos. Las circunstancias -y no otra cosa- me obligan a opinar de la coyuntura política con frecuencia, porque me alarma el estancamiento del país. Y eso nos concierne a todos. Me preocupa que los jóvenes se vayan, y para ellos trabajo: el Partido Justicialista les va a devolver las esperanzas.
| |