Por ahora no voy a sacar discos porque estoy algo quemado con la manera de operar de las compañías discográficas -dice Willy Crook sin que el tono de su voz suene a queja-. Creo que mis nuevas canciones se escucharán en Internet por MP3 o saldrán por otros medios piratas, agrega el cantante, saxofonista y cantante porteño. De todos modos Crook y su banda Los Funky Torinos siguen adelante. Antenoche cerraron la temporada 2000 del Parque de España. Los huesos del ex saxofonista de Los Redonditos de Ricota reposan en calma alejados del rock and roll. A 15 años de abandonar las huestes del Indio Solari y un par de años menos de alejarse de Los Abuelos de la Nada, Crook canta en inglés, se embadurna de funk, soul y reggae, y sale al ruedo a dar batalla. Para Crook los discos -ocho en su cuenta personal- siempre fueron hijos fáciles de traer al mundo y difícil de mantener vivos. Por eso ahora no quiere saber más nada al respecto. Las compañías creen que al disco lo depositás en las disquerías y se vende solo, protesta. -Estar más cerca del jazz que del rock ¿es algo definitivo en tu carrera? -No necesariamente. En casa puedo escuchar al mismo tiempo Led Zeppelin, Jobim, Charlie Parker y los conciertos de violín de Bach. Trato de alimentarme el alma con todo lo que encuentre en el camino. No se me ocurrió precisarme una ruta fija. Y en mi música tampoco hay planes establecidos; voy haciendo lo que me pide el cuerpo. -¿Te sentís más reposado al estar alejado de grupos como los Redondos o Los Abuelos de la Nada? -Sinceramente me siento más reposado por una cuestión de edad. Antes los huesos me aguantaban todo el rock and roll, ahora salgo bastante menos. Pero el rock me sigue gustando; la última vez que toqué con los Redondos en Mar del Plata la pasé muy bien. También toqué hace poco con Alejandro Medina, el guitarrista de Almafuerte, Botafogo y con un pequeño seleccionado de rock muy bueno. Lo que pasa es que me siento muy cómodo haciendo lo que hago, desde el reggae hasta el soul. -¿Te gustó el último disco de los Redondos? -No lo escuché todavía. Sólo escuché un tema y me gustó mucho. Me parece que el espíritu está intacto. -¿Cuáles son las cosas que más extrañás del mundo del rock? -No me lo pregunté nunca. Mi camino se dirigió hacia otro lado, entre otras cosas porque tampoco puedo transitar un camino que otros ya utilizaron mejor que yo, sería remedar algo ya hecho. Estoy contento porque puedo trabajar en un lugar que no está del todo investigado. -Estuviste en las jam sessions del Festival de los Siete Lagos en Bariloche y San Martín de Los Andes ¿Fue una buena experiencia? -En realidad fui a visitar a unos amigos en el sur argentino y Patán Vidal me invitó a participar de la jam... pero sinceramente el nivel que había era demasiado superior y no me daba para tocar mucho. Preferí investigar nuevas maneras de darse la cabeza contra la nieve. Vi muy poco del festival porque era realmente maratónico. Eran muchos que se tocaban todo durante todo el tiempo, entonces con ver a uno o dos bastaba. Fue muy grosso y, siendo muy poco objetivo, lo que más me gustó fue Luis Salinas. -¿Creés que el jazz es un punto de partida válido para descubrir nuevas sonoridades? -El jazz es un lenguaje muy rico, pero que una vez dominado no sé si te lleva a otros lugares, porque no se basa mucho en el matiz sino en una prestidigitación de notas. A mí particularmente no me emociona toda esta nueva camada de músicos de jazz, que relaciono más a lo deportivo y maratónico. No confío demasiado en que se pueda salir del género y hacer muchas cosas buenas. Hoy, todo lo que podés escuchar en un contrabajo, ya lo hizo antes Mingus. Desde mi punto de vista, me gustan más los matices, los climas y toda la franela que te puede dar el funk, el soul y el reggae. No puedo negarlo. -¿Pero no está agotado el revival del funky? -No, para nada. Siempre va a ser la música más canchera, sólo para pasarla bien y sin demasiadas pretensiones. Es como una bailanta pero un poco más cromada. De hecho, la Mona Jiménez es el James Brown cordobés. -¿Vas a seguir en el camino del funk? -Y sí, es algo que me mueve mucho, aunque por momentos me vuelven pequeñas vetas rockeras. Pero el funk es un camino que por ahora pienso seguir... no tengo otra opción. Puedo ponerme un poco más bolerista o bossanovista, pero siempre trataré de no esquematizar mi música. -También hiciste una pequeña incursión en la música electrónica. -Sí, hace un año y medio en el disco Crük, que salió casi al mismo tiempo que Versiones, mis dos últimos discos. Aunque lo electrónico lo habíamos visto antes con Daniel Melingo en España, cuando formamos Lions in Love. La electrónica es una herramienta válida, aunque sólo como divertimento destinado a los fetichistas, pero a la hora de mis shows no le siento sangre al asunto. -¿Cómo te llevás con los críticos en los últimos tiempos? -La verdad que no sé. Creo que es como decía James Brown: De lo único que tenés que preocuparte es que tu nombre aparezca bien escrito. Nunca tuve inconvenientes con la crítica. Tengo problemas personales con alguna gente que es medio envidiosa, que, por ejemplo, te invita a programas para defenestrarte. Entonces es muy probable que se produzcan algunos choques... -¿Seguís teniendo el Torino o dejaste la fidelidad de lado? -No, sigo siendo un tipo muy fiel. Además, no hay otro remedio. En este momento tengo un Torino y medio desarmado a la largo de mi casa, por lo que ya me sale barato mantener el que tengo en pie, sino tendría que tirar todos los repuestos a la basura y llenar los rincones con repuestos de Chevy. El Torino azul no está más, lo transformé en una convertible blanca; ahora tengo un Toro 380 W modelo 67. -¿Pero el Torino no representa a una Argentina que ya no existe? -Puede ser. Aunque pensándolo mejor representa a un mundo que ya no existe. En otras épocas las cosas se hacían para durar y hoy en día ya nada se hace para que dure mucho tiempo. Al Torino uno lo defiende porque era argentino, pero el Valiant, el Ford Fairland, una cupé Polara, la Chevy y el Falcon, también estaban todos hechos para durar mucho tiempo.
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