Año CXXXIV
 Nº 48.945
Rosario,
martes  21 de
noviembre de 2000
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Infierno en la 25ª. El drama desde adentro según un sobreviviente
Un preso afirma que prendieron el fuego para frenar la represión policial
Contó que les tiraron una ráfaga de balas de goma. Se quemaban y pedían salir al patio, pero nadie los escuchó

Jorge Salum

"Muéranse como perros". Esto es, según un sobreviviente, lo que le gritaban los policías de la seccional 25ª a gran parte de los reclusos, la tarde del miércoles 15. No fue en un momento cualquiera sino justo en el momento en que los internos se quemaban vivos dentro de un calabozo, después de prenderle fuego a los colchones. De acuerdo a la versión aportada por uno de los internos a La Capital, que estaba en el penal de Pueblo Nuevo en ese momento, los encargados de la guardia no sólo se negaron a abrir la puerta de los calabozos para que los presos pudieran escapar de esa trampa mortal: también los reprimieron con una lluvia de balas de goma y palazos, e incluso golpearon a algunos de los quemados cuando ya estaban muy graves.
El testimonio obtenido ayer por este diario contrasta con la versión oficial del gobierno y de la policía, que culpa por el saldo de la tragedia a los propios reclusos y libera de responsabilidades a los efectivos.
Escuché todo y pude ver algunas cosas. Al fuego lo iniciaron los otros presos, pero los policías no quisieron abrirle la puerta, dijo el testigo, uno de los reclusos que estaban en la comisaría de Pueblo Nuevo y al que milagrosamente no le ocurrió nada. Fue muy feo. Dentro de la comisaría todos gritaban: los policías y los presos que se estaban quemando. Había humo, mucho humo y un olor a carne asada insoportable, contó el muchacho, que estaba preso en la seccional 25ª acusado de un robo a mano armada.
Aunque las escenas que le tocó presenciar no parecen haberlo shoqueado, frente a este diario se mostró muy nervioso y admitió que tiene miedo por lo que pueda pasarle. La entrevista fue ayer, en el lugar donde está detenido ahora. Este cronista llegó hasta él sin que nadie le pidiera su identificación personal y lo entrevistó durante varios minutos. Así conoció la versión que confirma partes de la historia oficial y desmiente otras.
El testigo sabía ayer que pueden culparlo como responsable de la tragedia, pero no parecía tener mucha conciencia sobre la pena a la que podrían condenarlo en caso de que lo hallaran culpable de incendio intencional seguido de muerte.
El interno es un muchacho de estatura mediana y de modales eléctricos. Recién levantado, confirmó que todo comenzó cuando la guardia descubrió que varios presos estaban por escaparse. Habían limado unos barrotes de la puerta y ya estaban listos para irse por un hueco así, dijo y mostró con las manos el tamaño del boquete. Dos o tres ya habían salido, pero en ese momento los descubrieron y tuvieron que volverse porque la policía empezó a tirarles con balas de goma, contó.

El primer colchón
Como la represión fue feroz, los internos involucrados en el intento de fuga encendieron un colchón y enseguida el calabozo se convirtió en una hoguera. Para el testigo, los autores del incendio no midieron las consecuencias de lo que estaban haciendo.
Cuando empezaron a quemarse gritaban que les abrieran la puerta para poder salir al patio o al otro penal, pero nadie los escuchó, dijo.
-¿Qué hicieron los policías en ese momento?
-Gritaban de todo y los golpeaban a palazos. Les decían que se murieran como perros.
El infierno duró una hora y desde una celda contigua los otros reclusos pudieron presenciar escenas dantescas. Nos habían puesto una cortina, pero yo igual espiaba y vi cómo se quemaban. La ropa se les pegó en la piel y el cuerpo se les prendió fuego. A uno lo sacaron duro, con las manos para arriba y para mi ya estaba muerto, recordó el testigo.
Los bomberos llegaron como a los 15 minutos junto con refuerzos de la policía. Al rato comenzaron a sacar los cuerpos de los internos muertos o gravemente heridos a la guardia de la comisaría. Los tiraron sobre el piso y a los que estaban vivos, los policías les daban palazos. Algunos estaban tan quemados que se los veía negros. Para entonces, el aire era irrespirable y el clima, de máxima tensión. Había un olor a carne asada inaguantable, dijo el muchacho que habló con este diario durante unos pocos minutos.
Después ocurrió algo increíble. Nadie se quería hacer cargo de sacar los cuerpos para subirlos a la ambulancia. Los policías querían que lo hicieran los bomberos, y los bomberos querían que lo hicieran los médicos. Parece que le tenían miedo a los familiares que estaba afuera. Al final trajeron una camilla y los sacaron. A uno de ellos lo taparon hasta el cuello y le vendaron la cara para que pareciera herido, pero ese ya estaba muerto.



Familiares de las víctimas esperan a Reutemann.
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