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 sábado, 17 de noviembre de 2007  
Cada profesor con su librito

No pienso, ni creo que todo en la vida se mide por su resultado, es decir analizo y observo el porqué del mismo. Esto es en respuesta al director de orquesta Cristián Hernández Larguía, quien opinó sobre las revoluciones en la historia universal. Sus comentarios, a mi juicio, son demasiados tendenciosos y con un cierto grado de liviandad sobre el tema. En su carta escribe que "las revoluciones no sirven para nada"; paso a contarle que las revoluciones marcan en la historia un acontecimiento decisivo para la misma. En referencia a lo que el escribe, gracias a la Revolución Francesa, el hombre logró romper las cadenas del absolutismo, por ende consiguió la división de poderes y la libertad. Gracias a la Revolución Rusa el campesinado conquistó la aceptación y participación política dentro de un sistema monárquico y esclavista. Y por último, hablar así de la gloriosa Revolución Cubana, me parece inadecuado, ya que la misma logró la mejor educación, salud pública e igualdad de géneros de América latina, terminando con la desnutrición, analfabetismo y desigualdad social. Estoy de acuerdo que la democracia es el mejor de los sistemas conocidos, gracias a este el poder está en manos del pueblo y si éste se revela ante sus gobernantes se produce la revolución. Pero si nos guiamos por los consejos de Larguía, ésta no servirá para nada y todo seguirá igual. ¿No parece contradictorio; y más aún, demasiado conservador? Vale la pena aclarar que el mejor sistema democrático conocido en la historia fue el ateniense, sociedad que se basaba y sostenía gracias a la esclavitud extranjera... Ya que los grandes artistas, pensadores, músicos y filósofos se dedicaban a opinar y debatir mientras el pueblo esclavo, por supuesto, trabajaba para el bien de todos y de la democracia... En fin... el motor de la historia es la lucha de clases.

Cristian Sebastiani

DNI 29.616.402

[email protected]

N de la R.: en su carta "De las revoluciones", publicada el pasado 14 de noviembre, Hernández Larguía sostiene, entre otras cosas, que "históricamente todas las revoluciones adolecen de un problema gravísimo: no sirven para nada. Salvo para dedicarse a matar a todo aquel que no comulgue con ellas".


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