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 lunes, 12 de noviembre de 2007  
Un corresponsal de La Capital, sobreseído
Rodolfo Montes fue acusado por error de integrar un grupo que rompió obras de León Ferrari

“El presente sumario en nada afecta el buen nombre y honor”, dice el fallo firmado por el juez Osvaldo Rappa, a cargo del Juzgado de Instrucción Nº 35 de la Capital Federal, luego de establecer el sobreseimiento definitivo de Rodolfo Montes, corresponsal de La Capital en Buenos Aires. A casi tres años del ataque violento llevado adelante por un grupo de fanáticos ultracatólicos contra la muestra artística retrospectiva “1492-1992 Quinto Centenario de la Conquista” y “La ciudad de los inmortales”, presentada por el artista plástico León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta, tres —de cinco imputados— atacantes fueron procesados e irán a juicio oral, Montes fue desvinculado definitivamente del hecho, y un quinto imputado, también fue sobreseído.

   La Justicia necesitó 35 meses para determinar una verdad obvia, evidente, que hubiera surgido inapelable si con la intervención policial, y de los testigos del hecho, se hubiese realizado un simple chequeo telefónico de comprobación, en el momento mismo de producido el incidente. Se habría evitado la detención que incluyó una puesta en escena, esposas en las muñecas, el traslado en un coche policial bajo el ulular de las sirenas y luces caleidoscópicas que rebotaban en los frentes de los edificios de barrio Norte, mientras el patrullero desarrollaba una patética carrera contra la nada.

   El episodio de acción directa de los nuevos cruzados católicos argentinos, al grito de “Viva Cristo Rey, carajo”, y la deliberada rotura de parte de la obra de Ferrari —botellas de vidrio— provocó en aquella sala silenciosa, repleta de visitantes, tensa, una explosión de estupor. No era para menos. Trascartón, muchos testigos se presentaron voluntariamente en la instrucción policial, un gesto de civismo destacable. Sin embargo, en el fragor del incidente, hubo quienes acusaron con temeridad a cualquiera. Por caso, la acusación de la señora Ibarra, en el momento de los hechos, fue clave para incorporar al periodista en la nómina de detenidos.

   En uno de los párrafos de un fallo de 36 carillas el juez estableció que “corresponde desvincular a Rodolfo Montes por el hecho que aquí se le imputa, puesto que no surge prueba alguna que determine la participación activa del nombrado en los hechos, y por lo que su versión al respecto no logra ser desvirtuada en modo alguno, ya que el mismo no fue el autor de tal suceso”.

   El periodista contó, para sortear la acusación penal en su contra, con el sólido apoyo material y moral de la empresa editorial a la que representa, La Capital, así como también con el respaldo de la organización gremial a la que pertenece, el Sindicato de Prensa Rosario, y también de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires. Con el apoyo profesional del abogado Oscar Pellicori, un penalista porteño especializado en defender periodistas en apuros, llegó a un final feliz.

   Sin embargo, la vida pública y social argentina está plagada de incidentes y accidentes que derivan en imputaciones penales. ¿Cuántos inocentes, falsamente acusados de delitos que nunca cometieron, están hoy imputados, procesados, condenados, detenidos, o tal vez acaban de morir en la última catástrofe carcelaria argentina?



Una pesadilla. Casi tres años tardó la Justicia en determinar lo que ya todos sabíamos: no tuvo ninguna responsabilidad en el incidente de la muestra de León Ferrari, aquel 4 de diciembre de 2004, en Recoleta: 35 meses de su vida debió cargar la mochila de “imputado” en una causa penal.
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