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 miércoles, 01 de agosto de 2007  
Juncal, con amistad a flor de piel
Considerado un paraíso por sus habitantes, el pueblo lucha contra las trabas al desarrollo

Osvaldo Flores / La Capital

Juncal.— La historia de esta pequeña localidad de poco más de mil habitantes que instaló en toda la región un verdadero culto a la amistad comienza en 1913, cuando las vías del Ferrocarril Central Argentino llegan a las tierras de la estancia El Bagual, de don Cloromiro Ledesma. El poblado comenzó a tomar forma en 1914, cuando se formalizó la escritura de sus tierras, y definitivamente se consolidó un año después, al aprobarse la mensura de su urbanización.

El nombre de Juncal responde a un homenaje al combate naval sostenido por el almirante Guillermo Brown contra la armada brasileña los días 8 y 9 de febrero de 1827, en proximidad de la isla de Juncal, en la confluencia de los ríos de la Plata y Uruguay.

Desde la fundación pasaron más de 90 años, y aunque en ese tiempo conoció épocas florecientes, Juncal parece no poder apartarse del destino común a la mayoría de los poblados rurales; el aislamiento. la lejanía de los grandes centros y la falta de oportunidades para el desarrollo carcomen su futuro día tras día.

“Sólo los viejos”.br>“Aquí vamos quedando los viejos nomás, y cuando terminemos de morirnos todos, el pueblo va a desaparecer porque los pibes se van a buscar un destino mejor”, reflexiona Pío Domizzioli en la soledad de su estación de servicio, ubicada a unos pocos pasos del ingreso a la estancia El Bagual.

“Es una lástima, porque el pueblo está lindo, bien cuidadito, pero los chicos terminan la secundaria y no tienen más remedio que irse para poder trabajar en lo suyo”, se lamenta Domizzioli.

La comuna, tres cerealeras y un taller textil que ocupa a unas 20 personas son las únicas fuentes laborales genuinas existentes en el pueblo. “El que estudia se va, y el que no estudia trabaja de tractorista o haciendo labores en el campo. No hay otra”, sentencia don Pío.

Pese a estas limitaciones, no pocos aseguran que en Juncal “no hay desocupados”, y que aquí “no trabaja el que no quiere. Si usted quiere cargar una bolsa de maíz en el auto no va a encontrar a alguien que lo haga, y los albañiles no encuentran peones”, asegura un hombre mientras cumplimenta unos trámites en la sede comunal. “Mire —desafía—, si viniera una fábrica a instalarse, tendrían que venir empleados de afuera. Si hasta cuando Vialidad hace un bacheo en la ruta no puede conseguir gente”.

La ruta, un problema.
Y al nombrar la ruta (por la nacional 178) señala a uno de los desvelos del pueblo. Es que el tramo de 18 kilómetros que separa el acceso a la localidad de la ruta provincial 90 parece haber sufrido un bombardeo. Desde hace años, baches grandes y chicos, playos y profundos, obligan al automovilista a transitarlo muy despacio.

Recientemente fue licitada su reparación en toda su extensión hasta Las Rosas, pero los vecinos igual descreen: “Tantas veces dijeron que la repavimentarían que ahora hasta que no lo vea no lo creo”, coinciden las opiniones.

Una consecuencia de esta situación es la falta de transporte público que padece Juncal. No hay líneas de colectivos, y para trasladarse a otras ciudades (55 kilómetros a Pergamino, 110 a Villa Constitución y 120 a Rosario) hay que hacerlo en remís, el que en la mayoría de los casos se comparte con otros pasajeros.

Todo muy caro.
Quizás sea este aislamiento el que provoque también otra de las quejas recurrentes de los vecinos: “Aquí la vida es muy cara. La mercadería, la carne y la ropa cuestan muchísimo más que en otros lados”, es la coincidencia general.

“Uno entiende que no es lo mismo comprar diez cosas que cien, o una media res que quince, porque aquí todos los comercios son chicos y compran como tales. Para que usted tenga un ejemplo: el kilo de pulpa vale 16 pesos, pero en Pergamino la podemos comprar a 8 o 9 pesos”, explica el mismo hombre que hacía trámites en la comuna, y añade: “Si usted ahora va a Alcorta (a 25 kilómetros), seguro encontrará a 20 ó 30 vecinos nuestros haciendo compras”.

Como en todo pueblo chico, la actividad social cotidiana se circunscribe a los encuentros nocturnos en la sede del Club Atlético Juncal y un par de bares, pero reservados casi exclusivamente para los hombres. “Las mujeres más grandes aquí no tenemos dónde ir, así que las salidas nuestras son por lo general a Pergamino, a cenar”, cuenta Silvia Sheridan, la farmacéutica del pueblo.

Un paraíso.
“Este pueblo es un paraíso para los chicos; pueden andar solos todo el día ya que no hay peligro, no obstante para los grandes es un poco monótono”, se resigna la profesional.

En ese paraíso, el polideportivo del Club Juncal tiene mucho que ver. La pileta de natación, parrilleros, canchas de fútbol, vóley y paddle, lo convierten en cita obligada para la comunidad.

El pueblo tiene una escuela primaria y otra secundaria, pero al pretender cursar estudios superiores, Rosario, Pergamino o Alcorta son destinos obligados para quienes, una vez recibidos, difícilmente puedan aplicar su saber en el pueblo.

Pese a todo, no habrá un habitante de Juncal que no sienta orgullo por este pueblo que rinde tributo a la amistad. Y mientras la vida transcurre en paz, no habrá quien no sueñe y haga algo cada día para poder torcer ese destino que, como a Juncal, amenaza a todos los pueblos del interior.
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La vieja estación ferroviaria fue una pieza clave en el nacimiento de Juncal.

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