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 miércoles, 01 de agosto de 2007  
Viajeros del Tiempo ©
Rosario 1905/1910

Por Guillermo Zinni / Fuente: La Capital

Los esclavos de la moda. No existe una soberana que exija mayor sumisión que la moda, una tirana que impone a todas las mujeres su voluntad. Seguramente que cuando discutimos un precioso encaje o un lindo sombrero, no imaginamos ni remotamente cuántos pueblos y razas han contribuído a la confección de esa obra. Los encajes más estimados vienen de Irlanda y de Venecia. La seda de nuestros vestidos es traída del Extremo Oriente y las pieles es necesario obtenerlas de Rusia o Groenlandia. Los suaves paños vienen de los grandes pueblos fabriles de Francia, España e Inglaterra y las riquísimas telas de hilo y las bellas musolinias nos las envían de Italia y España. La paja de arroz de nuestros sombreros se teje en el Celeste Imperio y la de Panamá e Italia en los lugares del mismo nombre. Las hermosas plumas de avestruz y de aves raras nos las proporcionan los cazadores de Africa y el oro y las piedras preciosas de las alhajas que nos adornan lo dan el Transvaal, la California y el Cabo. Las divinas perlas son de las profundidades del Océano Indico, y así con todos los accesorios de nuestra indumentaria. ¡Cuántas veces esos primores que atraen nuestra mirada habrán sido confeccionados en un tugurio lleno de miseria! Cuántos hombres, mujeres y niños, que escasamente pueden cubrir su desnudez y llevarse un pedazo de pan a la boca, habrán visto enriquecerse con sus artísticas obras a los usureros, dinero que luego los gobiernos derrochan sin acordarse del pobre obrero más que para remachar el grillete que lo ata a la miseria. Por esto, se haría mucho bien levantando la voz para pedir por los obreros que exponen sus vidas en las regiones heladas, en las tórridas zonas africanas, en las profundidades del océano, y por los que en el campo, en las fábricas y en los talleres se esmeran en proporcionarnos las comodidades de las que gozamos. Todos debemos aportar nuestro granito de arena al bienestar común.

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