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 domingo, 13 de mayo de 2007  
Depredadores urbanos

La humedad penetra, las manchas negras se agrandan, a la sorpresiva caída de la pintura del techo le sigue el desplome del revoque que colorea el piso previo adornar el mueble que va entristeciendo los retratos, fotos y libros. El boom de la construcción lo hace posible, es invasivo e ignominioso. La cuestión, no por reiterada deja de perder actualidad. Todo lo contrario, se agrava, y pone en evidencia la voracidad de las constructoras que aprovechan el momento de bonanza sin mediar en las consecuencias y los flagrantes perjuicios que acarrean al vecino lindero, víctima indefensa de la desaprensión de empresas y profesionales inescrupulosos. Esto es lo que sucede al menos tras la reciente demolición del inmueble de Montevideo 306, casi Ayacucho, esquina donde el avance de las torres de cemento modifica inexorablemente el paisaje del lugar. Pero hay más. El desenfreno de la humedad instala un clima insalubre, la puerta de madera se dilata, se traba y ya no cierra, lo que convierte el acceso y egreso a la propia casa en una pelea cotidiana. Todo esto fue informado por los vecinos afectados a los profesionales responsables en busca de una urgente solución. Las promesas de una visita con la finalidad de observar los daños fueron incumplidas con gran descaro, sólo explicable en la prepotencia y la soberbia de quien se cree puede avasallar al prójimo con total impunidad. ¿Pueden hacer lo que quieran? ¿Tienen protección? ¿De quién? Hace poco en un programa de televisión local se debatió el tema de los problemas derivados del eufórico aumento de la construcción de edificios de departamentos, y allí las partes involucradas se mostraron conciliadoras y dispuestas a atender los derechos de todos. En la práctica, esto no sucede. Sin generalizar, hay quienes están sólo interesados en hacer rentables negocios ignorando los reclamos de vecinos que sólo pretenden seguir viviendo como siempre, sin intrusos. Mientras tanto la humedad carcome, contamina, hace metástasis, enferma. Ahora el pedido de socorro llegó a la autoridad municipal, con el inicio de un expediente. Es de esperar una rápida intervención, salvando consabidas burocracias. Está claro que el crecimiento edilicio es un signo elocuente de prosperidad y fuente de trabajo, pero sin duda lo que certifica el verdadero progreso de una ciudad es la calidad de vida de sus habitantes, aspecto que parece no contemplan las constructoras.

Ricardo Casali


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