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viernes,
09 de
febrero de
2007 |
Viajeros del tiempo
Rosario 1905/1910
Guillermo Zinni / La Capital
El reparto de juguetes en el Día de Reyes. Una algarabía inmensa nos sorprendió ayer en la esquina de San Martín y Rioja. Un apretado manojo de niños se agitaba como electrizado y el ambiente se pobló de gritos estridentes. Era el día de los niños, el Día de Reyes, y aquel enorme conjunto de criaturas desarrapadas, descalzas, flacas unas, gordinflonas otras, sonrosadas o tostadas por el sol, rebosando salud pero sucias y harapientas, traía al recuerdo los inolvidables momentos de la infancia. Se acercaba el momento del reparto y el informe montón de chicuelos se agitaba como una ola brava de un lado al otro. Los soldados dele scuadrón, mandados para una obra imposible como era la de guardar el orden, a duras penas se mantenían serios detrás de sus enormes bigotazos. Pensarían quizá que ellos también fueron niños, bulliciosos e irrespetuosos de la autoridad policial. Atropellaban sin embargo con sus caballos briosos, pero con cpalculo anticipado de no hacer daño y al sólo propósito de ver correr, sentir gritar, para que las reminiscencias juveniles resultasen más vigorosas y reales.
-Decime, ché -gritó un pebete de unos ocho años-, ¿es cierto que van a dar juguetes de arriba?
-¡Y claro! ¡Cualquier día me iba yo a venir desde Arroyito si no fuera así!
-¿Y es cierto que a estos juguetes los trajeron los Reyes?
-Mirá, ché, al único rey que yo conozco es al de la baraja que tiene mi tata, pero ese pa' mi que nunca regaló nada.
-Ché, ¿vos creés que se podrán calotiar más juguetes?
-Mirá -dijo el otro señalando al escuadrón-, en cuanto te vean moverte raro, te chapan y te encanan.
Las conversaciones fueron interrumpidas por un grito de alarma:
-¡A ver, muchachos, que empieza el reparto!
Y fue cosa de ver la impotencia de la policía para contener el arrasador avance de los pequeñuelos. Apenas un chico lograba obtener un juguete, salía haciendo piruetas, loco de alegría, delirante, llevándose todo por delante. Después de varias horas de bregar, y a medida que los chicos se iban retirando, se pudo ir regularizando la situación hasta que se fueron todos satisfechos.
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