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 sábado, 21 de octubre de 2006  
La administración Bush enfrenta la presión demócrata y de su propio partido para cambiar de estrategia
Nueva erupción de violencia en Irak agudiza la crisis de la Casa Blanca
Milicias shiítas tomaron una ciudad de 750.000 habitantes, en otra muestra del caos que se adueña del país

Bagdad. - La milicia shiíta liderada por el clérigo radical Moqtada Al Sadr tomó el control de la ciudad de Amara, en el sur de Irak, en una de las mayores acciones de esta formación irregular. El débil gobierno central iraquí mandó un ministro a negociar con el clérigo, mientras el episodio pone en evidencia la caótica situación en Irak, factor que puede significar la derrota del Partido Republicano del presidente estadounidense George W. Bush en las inminentes elecciones parlamentarias. En Washington crece el debate en torno a qué hacer con Irak: mientras una comisión ad hoc creada por el gobierno sugiere un cambio radical de estrategia, la Casa Blanca rechaza una retirada gradual de las tropas como proponen algunos demócratas e incluso republicanos disidentes, los que aumentan a medida que se aproximan las elecciones del 7 de noviembre.

En Amara, una ciudad de 750 mil habitantes del sur shiíta de Irak, los combatientes del Ejército del Mahdi -la milicia de Al Sadr- asaltaron las tres comisarías principales y colocaron explosivos que destruyeron esos edificios. Al menos 15 personas, entre ellas cinco milicianos, un policía y dos transeúntes, murieron en los enfrentamientos. En los hospitales se registraron unos 90 heridos.


Demostración de poder
En una clara demostración de poder, unos 800 milicianos vestidos de negro patrullaron las calles de la ciudad con fusiles Kalashnikov y lanzagranadas RPG. Algunos se desplazaban en autos tomados a la policía. Otros combatientes bloquearon las carreteras de ingreso a la ciudad, mientras circulaban camiones con altoparlantes pidiéndole a los pobladores que permanecieran en sus casas. Más tarde, los milicianos se retiraron de sus posiciones, mientras se enviaban dos batallones del ejército a la ciudad.

El gobierno iraquí, liderado por shiítas, está luchando por ejercer su autoridad sobre las milicias de esa rama del islam, acusadas de ejecuciones y asesinatos de represalia en todo el país contra los sunitas. Los shiítas son un 60% de la población de Irak, mientras los árabes sunitas representan un 20%. Otro 20% son kurdos.

El primer ministro iraquí, el shiíta Nuri al-Maliki, se reunió esta semana con Moqtada Al Sadr y el gran ayatolá Ali Sistani -máxima autoridad shiíta- para lograr su apoyo al combate contra la violencia, evidentemente sin ningún éxito. Ayer ordenó a su ministro de Seguridad Nacional que viajara a Amara para negociar con los milicianos.

Gran Bretaña pasó el control de Amara al ejército iraquí en agosto pasado. Ayer, luego de la retirada de los milicianos, las autoridades impusieron el toque de queda. El incidente se habría desencadenado a partir del arresto de un hermano del jefe del Ejército del Mahdi en Amara.

En todo caso, el episodio evidencia el caos en que está precipitando Irak, envuelto desde febrero en una guerra de religión entre sunitas y shiítas que ha dejado miles de muertes. Ayer, en la localidad shiíta de Balad, que vive rodeada de una comunidad sunita, murieron nueve personas en un bombardeo de morteros. Posteriormente, milicianos de Al Sadr atacaron dos poblados sunitas. Balad está fuera de control desde hace más de una semana, con un saldo de al menos 60 muertos en ambos bandos.

El episodio de Amara llega en pésimo momento para la administración estadounidense de George W. Bush, agobiada por la sangría constante de soldados en Irak -un promedio de 4 efectivos muertos por día-, el caos ingobernable en ese país y una suma de escándalos en el Congreso, a pocos días de las cruciales elecciones parlamentarias del próximo 7 de noviembre. Todas las encuestas indican que el Partido Republicano de Bush recibirá una paliza histórica, y que el desastre en Irak tiene mucha relación con ese resultado, a estas alturas casi inevitable. Es muy probable que los republicanos pierdan el control de las dos cámaras del Congreso.


Washington desecha alternativas
Ayer la Casa Blanca dijo que su estrategia en Irak no cambiará pese a las elecciones y a la caótica situación en ese país. "Si se leen muchas historias en los diarios, la gente dice que las cosas deben cambiar por razones políticas. Pero las razones políticas no ganan conflictos", alegó el portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow.

La senadora republicana Olympia Snowe afirmó a la prensa: "No creo que podamos seguir basándonos en una presencia incondicional y con un fin abierto" en Irak. La congresista agregó: "No creo que hayan dudas sobre eso, de que habrá un cambio" en la estrategia de EEUU en Irak después de las elecciones del 7 de noviembre. El de Snowe es sólo un ejemplo más de los republicanos que exigen un cambio en la política en Irak, ante el creciente costo político que están pagando. Sencillamente, muchos de ellos no estarán más en el Congreso luego del voto de noviembre.

Muchos republicanos del Senado esperan los resultados del denominado Grupo de Estudio Irak, un panel especial liderado por el ex secretario de Estado James Baker, antiguo amigo de la familia Bush, que está preparando recomendaciones sobre un cambio de estrategia. El informe Baker no será publicado hasta después de las elecciones. Funcionarios de la Casa Blanca dicen que las recomendaciones serán revisadas seriamente, pero ya han rechazado algunas de sus propuestas, como un retiro en etapas de las tropas, dialogar con Irán y Siria o dividir a Irak en tres regiones según sus grupos étnicos. Como otro síntoma de la preocupación que provoca Irak, líderes demócratas y republicanos de ambas cámaras escribieron una carta a Bush, instándolo a cambiar el rumbo.
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Un miliciano shiíta ante una de las tres comisarías destruídas ayer en Amara.



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