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| lunes,
11 de
septiembre de
2006 |
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Charlas en el
Café
del Bajo
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-Hace unos días estuve en un congreso de medicina, invitado por un médico amigo, y se habló del tema de los mitos, mitos en el arte de curar, desde luego. Un profesional disertó sobre una serie de falsas creencias y desplegó una larga serie de fraudulentas propuestas para sanar enfermedades, tales como ciertas artes milagrosas que nada tienen que ver con la medicina, hasta esas enemas maravillosas que ahora se promocionan tanto.
-Todos los días, por otra parte, la publicidad nos muestra nuevos productos alimenticios capaces de solucionar cualquier problema. Yo no descarto las bondades de tales productos, como esos lácteos que en 15 días resuelven el problema del tránsito lento, lo que me parece delicado es que se transmita la sensación de que consumiendo tales alimentos todo estará solucionado.
-A veces los mensajes no son todo lo claros que deberían ser y se prestan a confusión. En otras ocasiones son directamente engañosos y persiguen sólo un fin comercial. Pero hay una cuestión sobre la que quiero tratar hoy. Antiguamente se creía que las enfermedades eran consecuencia de los pecados, del mal comportamiento o porque la persona era apoderada por espíritus malignos. Así surgieron los brujos, los chamanes o hechiceros, que dieron origen a la medicina mágica. Tanto es así que en el Evangelio se cuenta que un enfermo le pide a Jesús que lo sane y los discípulos le preguntan al Maestro: "¿Quién pecó, él o sus padres?" Y El les respondió: "Ni él ni sus padres" y añade más adelante que tal enfermedad sólo puede ser curada con ayuno y oración.
-¿Cuál es la reflexión al respecto?
-Cuando uno comienza a analizar las palabras de Jesús, advierte que insinúa (sólo podía insinuar, porque los hombres de la época no lo entenderían) que en realidad no es por el pecado que se producen ciertas enfermedades. Jesús deja deslizar, al recomendar "orar", que algunas o muchas enfermedades son de origen somático y que una fe robustecida por la oración puede ayudar al respecto.
-Siga, siga.
-Ahora bien, ¿es falso en realidad que el pecado genera enfermedades? Yo creo que Jesús, como otros sabios de la antigüedad, sabían qué significado psicológico cierto tenía esto, pero no podian decirlo porque, como dije antes, no hubieran sido comprendidos. Hace un tiempo un señor me dio esta explicación para fundamentar el fenómeno de la enfermedad por el mal comportamiento del ser humano: "No es el pecado, en realidad el que enferma, sino la culpa. Aquella persona que ocasiona un daño se siente, de manera consciente o inconsciente, culpable. La culpa, que neutraliza la armonía psíquica, actúa sobre el organismo debilitando el sistema inmunodefensivo y en virtud de ello algunas enfermedades pueden aparecer".
-¿Lo cree usted?
-Veamos esto: está comprobado que el enojo, la ira, es decir un sentimiento maligno, puede provocar un infarto, entre otras enfermedades, ¿no es así?
-Sí, en efecto.
-¿Por qué entonces no debería provocar enfermedades otro sentimiento maligno, como la culpa?
-Tiene razón, es lógico.
-Hace apenas unos días un médico excelente me dijo estas textuales palabras: "¡La culpa mata!". Ahora, amigo mío, y para terminar. ¿Cómo se combate la culpa?
-Ya sé adónde quiere llegar.
-Con el arrepentimiento y confesión del daño ocasionado y con el perdón. Se me ocurre pensar que cuando Jesús, como otros maestros de la antigüedad, recomendaba orar, sostenía que mediante la plegaria las cosas en el cerebro se ponen en su lugar. De hecho, la neurociencia ha descubierto qué transformaciones formidables se producen en el cerebro mientras se ora o se medita. ¡Por supuesto! Esto no quiere decir que la salud pasa por la oración, ni que una enfermedad se cura con ella, quiere decir que muchos males pueden evitarse o mitigarse si se erradican sentimientos malignos como la culpa, la ira, entre otros.
Candi II |
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"Soy candidato porque tengo muchas cosas para aportarle a la provincia"
Omar Perotti
Intendente de Rafaela. Precandidato justicialista a gobernador.
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