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 sábado, 08 de julio de 2006  
El romance adolescente que terminó con un chico disparándose en el centro
El tiene 15 y ella 14. Discutieron y él la amenazó con el arma con la que se gatilló en la cabeza. Se salvó

A la vista de todo el mundo, en pleno microcentro, un chico de 15 años se descerrajó dos balazos en la cabeza ayer a la tarde. El motivo aparente fue su estado de desesperación porque la novia, una adolescente de 14 años, había decidido terminar la relación que mantenían desde hacía un tiempo. No fue la única conducta intempestiva del chico ya que antes de gatillar había obligado a la chica a recorrer el centro mientras la encañonaba con un revólver. De milagro, el pibe salvó su vida: los proyectiles rozaron el cuero cabelludo y, tras ser atendido en el Hospital de Emergencias, los médicos le dieron el alta.

  Una fuente policial indicó que todo se inició cerca de las 16 de ayer en el parque de la Bandera. Allí ocho jóvenes del octavo año de la EGB del Liceo Avellaneda despedían el final temporario de las clases y el inicio de las vacaciones de invierno. Entre ellos estaba la novia del pibe que intentaría luego quitarse la vida.

  En ese momento Franco P., que no asiste a esa escuela y según consignaron fuentes policiales tampoco estudia, se acercó a Romina S, la chica que todavía él consideraba su novia. En un primer momento, el encuentro de ambos fue descortés y agitado. “Quiero hablar con vos, pero ya te digo que vamos a seguir”, le dijo.

  Al parecer, Romina le repitió al chico, un pibe de clase media que vive como ella en el barrio Alvear, que había decidido terminar la relación de pareja. “No te quiero ver más”, le rogó. Franco no pareció dispuesto a aceptar el desenlace. “Vos te venís conmigo”, le gritó mientras exhibía un revólver calibre 22 en la cintura. Romina aceptó entonces caminar junto a Franco por Córdoba en dirección al centro. Juntos llegaron a la plaza 25 de Mayo mientras los compañeros de ellas les seguían los pasos, asustados por la suerte que podía correr la chica. Fue entonces que una de las amigas se contactó con su teléfono celular con un operador del Comando Radioeléctrico.

  El chico y la adolescente atravesaron la plaza y doblaron por Laprida en dirección a San Lorenzo. En esa esquina, dos policías del Comando divisaron a los jóvenes. El sólo atinó a desprenderse de Romina y salir disparando por San Lorenzo. Recorrió una cuadra y debió sortear un nuevo obstáculo. Ya para entonces, un patrullero de la comisaría 3ª le cercó el paso. Los uniformados cruzaron el vehículo policial sobre Maipú. Al verse rodeado, el pibe apuntó el revólver sobre su cabeza y, trastabillando, gatilló el arma, ante la vista de las numerosas personas que pasaban por el lugar.

  Franco no tuvo gran determinación o le falló el pulso, ya que los dos balazos que disparó sólo rozaron su cuero cabelludo. El pibe se desplomó sobre la ochava sudeste, casi sobre la puerta de la sede de Tiro Federal. Una aglomeración de peatones se detuvo en torno del herido y permaneció incluso un buen rato después de que la ambulancia se lo hubiera llevado. En la acera quedó una visible marca de sangre.

  La escena protagonizada por el chico fue presenciada por Gabriel, un hombre de unos 40 años que estaba parado en la vereda a metros de la bocacalle. “El pibe venía corriendo con el arma en la mano derecha y los policías venían detrás. Cuando llegó a la esquina, el chico se pegó dos tiros en la cabeza cayéndose”, recordó.

  El testigo señaló que el adolescente parecía “desequilibrado” a raíz de que “le gritaba a la novia” aún cuando estaban a punto de trasladarlo en una ambulancia al Clemente Alvarez. Gabriel remarcó que los “policías actuaron muy bien porque en ningún momento abrieron fuego”.
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Un policía al lado del arma con la que se disparó Franco en San Lorenzo y Maipú.



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