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 domingo, 16 de abril de 2006  
Yo creo: "No habrá ninguna igual a ella"

José L. Cavazza / La Capital

Sus piernas largas fueron clonadas 25 años después por una legión de tontas Barbies y el patriótico motivo de su traje estrellado mutó en las mullidas alfombras de los complejos Village de todo el mundo. Dicen que la Mujer Maravilla regresa, que hay una película que se verá a mediados de 2007, que ya tienen al director y los decorados, pero que falta decidir la actriz. Pero desde el vamos les advierto que Linda Carter es irreemplazable. Encima las candidatas son: la británica Kate Beckinsale, aquel tonto amor del tonto Ben Affleck en "Pearl Harbor" y una poco parecida Ava Gardner en "El aviador"; la post adolescente y comediante Lindsay Lohan, que por lo pulposa es la que más se acerca a la imagen femenina de los 70. Y después está Katie Holmes, la esposa de Tom Cruise, que cumplió un papel casi de oficina en "Batman inicia". Pero la historia de la Mujer Maravilla no nació en los 70 ni en la TV, sino que brotó de la pluma de Charles Moulton en un comic de los años 40. La Mujer Maravilla es la Princesa Diana de las mujeres amazonas. Nacida en la isla Paraíso, en el centro mismo del Triángulo de las Bermudas, fue engendrada por su madre en una figurita de arcilla. Nació gracias a la súplica de mamá Hipólita a la diosa Afrodita, que estaba harta de leer novelas baratas y de hacer desaparecer aviones y buques en las malditas aguas de Bermudas. Dicen también que Diana creció con la sabiduría de Atenea, tan fuerte como Hércules y más ágil y veloz que Mercurio. Todo esto hasta que llegó un piloto norteamericano, la subió en su caza gris y la incorporó a las fuerzas del bien contra los malvados nazis. Así, empezó a ser llamada Mujer Maravilla, a usar el vistoso traje con los colores y motivos de la bandera estadounidense y aquellos poderosos brazaletes dorados que reflejaban un metal llamado feminium oriundo de su isla natal, a prueba de todo tipo de rayos, balas y espermatozoides. Yo, que era un adolescente en los 70, recuerdo algunas de sus habilidades. Me gustaba cuando imitaba voces y el famoso giro de trompo al momento de sus "transformaciones", si bien algo simplón, llegó a emocionarme hasta las lágrimas, y ni que hablar de cuánto me gustaban los destellos y los truenos que rodeaban su esbelta figura. Está escrito, no habrá otra como Linda.
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