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 domingo, 19 de marzo de 2006  
Dos testimonios: el ayer del pecado, el hoy de la fe
Miguel y Matías, presos en la 19ª, cuentan sus historias

El bautismo evangélico masivo en el penal de la comisaría 19ª del que dio cuenta este diario en su edición del jueves pasado fue la ocasión para un diálogo con dos de los presos. La charla se hizo rejas de por medio, en el estrechísimo y sórdido espacio donde se practicaban los bautismos, y donde una abrumadora mayoría de presos jóvenes lloraba y se reía, cantaba alabanzas y se desesperaba por hablar con La Capital. En el discurso de Miguel (30) y Matías (21), aparece la misma oposición de tiempos -el antes del pecado y el ahora de la nueva vida tras la conversión-, pero lo que eleva más sus voces es el tema del futuro. Poder hablar de un futuro, imaginarlo, al menos desearlo, lo que allí adentro es cualquier cosa menos poco.

"Desde chico vengo cayendo preso, la primera vez fue a los 11 años, después no paré", casi grita Miguel ante el micrófono para que se escuche su voz. Cuenta que su papá murió en un "enfrentamiento con la policía" y que él vivió robando, que tiene familia ("una nena de 13, un nene de 11 y otra chiquita de 3 años y 9 meses", así de preciso lo dice) y que pasó por Coronda y la Unidad 3, hasta que al salir con permiso volvió a caer preso. "Cuatro meses me faltan para terminar de pagar la condena", afirma.

Pero ahora, dice, conoció a Cristo. "Acá me hablaron de Dios y me mostraron lo que El tenía para mi vida, aunque yo perdí a mi familia, casi pierdo a mis hijos y a mi mamá la destruí". Por eso, ahora necesita "un cambio de vida" para "dejar de lastimar tanto", por lo que pide "perdón todas las noches".

Un cambio, aclara, que le permita "una oportunidad de salir, de conseguir trabajo, de ser una persona normal, como cualquier otra", que pueda disfrutar de sus hijos "y de los años que tenga por delante, pocos o muchos, pero que sean de una nueva vida". Y no sólo eso: siguiendo el ejemplo de quienes lo convirtieron, anhela "salir a predicar" para que "otros conozcan cómo Dios cambió mi vida".

Matías es 10 años más joven, es apenas mayor de edad, pero tiene una experiencia comparable. "Hace dos meses que estoy acá, en esta taquería (en la jerga, comisaría). Antes recorrí varias, y en la 14ª y en la 9ª varias veces me hablaron de la Palabra, pero yo no escuché", dice.

Procesado por robo calificado y privación ilegítima de la libertad, aunque sin sentencia, Matías también está preso en la 19ª, donde conoció "el Espíritu Santo de Dios", que "en otras taquerías nunca había encontrado". Creía, cuenta, que "siempre iba a salir haciendo daño", pero cuando los "hermanos" le hablaron en ese penal logró escucharlos y reconocer "el daño" que le hizo a "mucha gente".

Pese a que su familia también es evangélica, admite que "sinceramente no está ninguno en la Palabra", y es por eso que confía en llevársela de nuevo. No sabe cuándo saldrá de prisión, pero confía en otra forma de libertad: "Estoy esperando que Dios me libre, ¿no?, porque yo ya estoy librado de todo mal y solamente espero salir carnalmente de estas rejas para seguir el camino de la salvación y poder salvar a otros", dice.
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Miguel y Matías pueden hablar del futuro.

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