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 sábado, 03 de septiembre de 2005  
candi
Charlas en el Café del Bajo
-En definitiva la pregunta con la que finalizamos ayer, luego de explicar algunas de las causas que provocan tanto mal en la humanidad, es ¿qué mal puede haber cometido un niño para sufrir? ¿Qué tremendos pecados o daños cometieron, por ejemplo, los pequeños que fueron incinerados en los campos de concentración? ¿Por qué un chico, un adolescente, padece un cáncer, muere? ¿Por qué Dios permite tal cosa?

-Hace unos días en una charla muy interesante a propósito del tema de los chicos judíos muertos en los campos de concentración escuché de un rabino decir algo por el estilo: ¿acaso fue Dios el que construyó Auschwitz? ¿No fueron los hombres?

-Sí, en efecto, fueron los hombres.

-¿Acaso la divinidad no le concedió al hombre el libre albedrío? Pues sí, de manera que disponiendo el hombre de libertad no parece adecuado, en el marco del plan universal y perfecto, que Dios intervenga para dirigir sus actos. Y siguiendo con el tema del tristemente famoso campo de exterminio y con lo que decía el rabino con el que estoy de acuerdo absolutamente: el régimen nazi fue el autor de esta tremenda y brutal matanza. ¿Pero qué hicieron las naciones libres y poderosas para impedir esto? Recién cuando se vieron en peligro ellas mismas decidieron ponerle fin al monstruo. Es decir, el gran holocausto que sufrió el pueblo judío y toda la humanidad justa se debió primero a la acción homicida de Hitler y sus seguidores y segundo a la omisión que tuvieron los poderosos y supuestos justos del mundo. Al menos para demostrar el interés por evitar esta calamidad hubieran bombardeado e inutilizado las vías de los trenes que se usaban para transportar a los seres humanos a los campos, pero no lo hicieron. ¿Podemos entonces culpar a Dios por Auschwitz? Y recordando los conceptos del rabino: si renegamos y dudamos de Dios por lo sucedido con los judíos de la Shoá, ¿qué diremos de la creación del Estado de Israel, de los judíos que se salvaron y de los logros que tuvo este pueblo, evidentes por cierto a pesar de ser perseguidos hasta nuestros días? ¿Qué diremos incluso de aquellos no judíos que abrazan y defienden la causa del judaísmo? ¿No son estas cosas buenas que suceden obra de Dios? Con esto último quiero significar que negar o culpar a Dios por lo malo que le ocurre a la humanidad no es un fundamento serio, aunque a veces pueda comprenderse a quien lo sostiene desde su dolor, porque ¿qué diremos de Dios ante las cosas buenas? ¿Me pregunta usted por qué un chico se enferma de cáncer, sufre y muere?

-Así es.

-Sigo con los interrogantes para que cada uno se lo responda: ¿no está debidamente probado que la contaminación del medio ambiente es generadora de enfermedades diversas, como el cáncer? ¿No está casi aceptado científicamente que hay posibilidades de contraer cáncer de acuerdo con la dieta que se adopte? ¿No recomiendan los médicos no fumar a las embarazadas por los riesgos que esto trae para el pequeño que se está formando? ¿Cuántas mujeres no respetan este consejo? ¿Es culpable Dios de esto? ¿Es culpable Dios de que los cultivos, luego alimentos, sean regados con plaguicidas tóxicos que afectan la salud del ser humano? ¿Es culpable Dios de que a muchos animales se los alimente con hormonas que afectan la salud de las personas? ¿Es culpable Dios de que exista injusticia y por lo tanto ansiedad y angustia y se desequilibre por tal motivo el sistema inmunodefensivo, dando paso a tantas enfermedades, entre ellas el cáncer? ¿Es culpable Dios de la generación y transmisión del sida que tuvo su auge en el mundo por la drogadicción y el sexo contra natura? De todos modos debemos reconocer que hay cosas que nos resultan incomprensibles y hay cuestiones que no llegamos a entender y parafraseando al rabino de la charla diré que menos mal que no las entendemos, es necesario que así sea, porque si las comprendiéramos, nosotros, los seres humanos, nos convertiríamos en dioses y entonces seguramente Dios estaría muerto y el universo devastado. Pero por último: ¿qué hacemos nosotros, los supuestamente buenos y libres por el momento de dolor para impedir el descalabro? ¿No hacemos, con frecuencia, lo mismo que las naciones que se lavaron las manos mientras los chicos judíos y sus papás eran llevados a Auschwitz para ser convertidos en jabón?

Candi II

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