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 domingo, 17 de julio de 2005  
El viaje del lector: sur con ojos de artista

Somos dos veteranos "gasoleros" que tenemos la dicha de tomarnos todos los años algunos días de vacaciones, a veces casi un mes, otras quince días o un fin de semana largo. Por suerte nos ponemos de acuerdo en decidir hacia adónde vamos a vacacionar sin dar demasiadas vueltas. Decimos por ejemplo "vamos a tal lado" y hacia allá partimos.

En este 2005 las opciones fueron variadas considerando que sólo teníamos dos semanas para vagabundear por allí. Averiguamos precios para llegar vía aérea a Cartagena de Indias -Colombia- y a Quito, capital de Ecuador, lugares de este bellísimo planeta que deseamos conocer. Perú, país que amo y conozco sería otro de los destinos. Pero no contamos a tiempo con los pasaportes renovados. Entonces pensamos en la cultural Bolivia, país que por ser limítrofe no nos solicitaría estos documentos. Catorce días serían pocos para recorrer esta región hermana. Decidimos ir a San Juan -aunque ya conocíamos el Valle de la Luna- y también al Valle del Atuel en Mendoza. Viajaríamos en un Duna a gas y llevaríamos una pequeña carpa.

Horas antes de partir recordé que mi compañero no conocía Tierra del Fuego ni Santa Cruz. Yo había estado por esos pagos hace veintiséis años, nada más. Dejé mi egoísmo a un lado y en un acto de "gran generosidad" y sobre todo de "sacrificio" le pregunté qué le parecía si volásemos a la más austral. Más bien que aceptó con agrado. Por suerte conseguimos vuelo a ese destino.

El lunes 14 de febrero de 2005 salimos de Rosario y aproximadamente a las 21.30 ya estábamos alojados en un Hostel Internacional en Ushuaia. Parecía que en este albergue nos estaban esperando, porque antes de registrarnos nos invitaron a compartir un asado con todos los turistas alojados. Celebraban el cumpleaños de un joven de Cádiz, España. Sólo aceptamos brindar, porque en el avión nos habían alimentado demasiado. El "aplauso para el asador" se lo llevó un porteño, Nicolás.

En la madrugada del día siguiente desde el estar-comedor del Hostel, yo ya estaba tomando fotografías a través de un amplio ventanal. Desde allí se contemplaba toda la bahía, la ciudad de cuidadas construcciones de estilo nórdico e inglés, la casa de gobierno, la iglesia, los grandes hoteles, el puerto, impactantes cruceros, todo enmarcado por el rojo amanecer. Imposible de describir. ¡Maravilloso!

Bajamos a la ciudad con las cámaras fotográficas y el equipo del mate a cuestas, obviamente, para ver de cerca su arquitectura. En el recorrido a pie subimos y bajamos calles, avenidas y, después de tantos años, me reencontré con esa joyita, obligada postal de Ushuaia, que es la propiedad de los Beban, impecablemente reconstruida convertida en Casa de la Cultura.

La residencia de Tomás Beban fue construida entre 1911 y 1913, y que la adquirió por catálogo en Suecia. Don Tomás era un croata casado con la santafesina Doña Virginia Lamela.

Descubrimos en estas caminatas por la ciudad más austral magníficos puntos panorámicos, murales del artista plástico Alejandro Abt, visitamos museos, recorrimos durante horas la ciudad, a pleno sol y a contraluz. La registramos desde el llano, montaña arriba, desde miradores naturales y terrazas. Con emoción contemplé a esta hermosa urbe de 55.000 habitantes, que no hace mucho, en mi viaje anterior de hace 26 años apenas, tenía solamente 5.000 almas. ¡Qué cambio extraordinario! Sólo el canal y las montañas que la rodean -como el Olivia y los Cinco Hermanos- están como entonces.

Recuerdo que en el 79, caminar hasta el glaciar El Martial me demandó cuatro horas de ida y otras tantas de vuelta, sin cruzarme con ningún turista. Hoy se llega, vehículo mediante, por una ruta pavimentada hasta una larga aerosilla que te deja cerca de las eternas nieves. A pesar del corto tramo para alcanzar al glaciar, me recontra-agoté. Este cuerpo tiene unos cuántos añitos más...! y eso que previamente nos energizamos con unos amargos con yuyitos, sentados en las escalinatas de un refugio junto a la parte superior de la aerosilla.

También bebimos el agua fría del arroyo que baja apresurado de El Martial. Más abajo, a un costado del arroyo, está la pista de esquí que se pierde entre la fronda de centenarias lengas. Desde lo alto se observa el Canal del Beagle, las islas de enfrente y la gran Ushuaia, que por la distancia se empequeñece.

Años atrás, casi sin turistas, y hoy pasa por allí casi todo el mundo. Si hasta me daba la sensación que los extranjeros éramos nosotros.

Muchas son las horas luz que podemos disfrutar ya que permite andar entre 12 y 14 horas. Al final de la jornada, antes de regresar al hostel, nos proveíamos de alimentos en un popular supermercado. Ahí nos encontrábamos con argentinos, brasileros, españoles, muchos orientales, israelíes, y también italianos, ingleses, franceses, alemanes, checos...

En estos Súper los precios están más o menos como en Rosario. Un poco más caros, pero no tanto, no es para exagerar. Podés alojarte en estos Hostels por sólo 15 a 20 pesos por persona. Hay más caros, pero no mucho. Igualmente son económicos. Los hay muy buenos, limpios y seguros. Te proveen de toallas y sábanas. Sus cocinas están bien equipadas. Los alimentos que te sobren podés conservarlos con tu nombre en la heladera. Eso sí...hay que leer todos los cartelitos con instrucciones que hay que respetar. Estas indicaciones están en varios idiomas. Hasta en japonés y hebreo.

Por la noche, Nicolás -el mismo del asado y su novia- nos sorprendieron con las más exquisitas pizzas a la parrilla. Kilos de masa para las pizzas. Colaboramos todos: una alemana con la tandilense rayando queso; yo me ofrecí junto a un italiano y un español a darle forma de pizza a la masa utilizando las manos. Conste que para esta tarea nos lavamos bien. Algunos junto a la parrilla dedicados a la cocción del manjar, siempre dirigidos por el gran maestro de cocina. Y otros, que ya habían hecho lo suyo, dialogando en sus idiomas, saboreando las primeras porciones, vasito de vino tinto mediante.


El último rincón del sur
El miércoles 16 a las 10 horas en utilitario salimos hacia el Parque Nacional Bahía Lapataia. Increíble como se ha extendido Ushuaia con sus nuevos barrios muy bonitos. Luego comenzamos a atravesar el bosque por un camino de ripio y tierra, junto al río y sus verdes vallecitos. Casi a la par, circula el Trencito del Fin del Mundo. El guía nos dejó junto a un gran cartel de madera donde finaliza la Ruta Nacional Nro.3 y marca una distancia de 3.063 kilómetros a Buenos Aires y a Alaska, 17.848. Nos entregó folletos y planitos de senderos a recorrer y regresó a la ciudad con la promesa de buscarnos a las 15.

En este paseo sólo llevábamos nuestras cámaras de fotos y obviamos el equipo de mate. Son unos cuántos los kilómetros que hay que caminar y eso lleva horas. Al almuerzo lo pasamos de largo, pero felices. Nos alimentamos de paz y belleza. El castor es uno de los animales introducidos en la región y que hoy afecta, no tanto como el hombre, áreas del bosque patagónico. Castoreras vimos dos. Turbales, varios. Están constituídos por restos vegetales, principalmente de musgos. Su desarrollo es posible en zonas húmedas y de baja temperatura. En esta época del año pocos son los árboles del bosque que se tornan entre cobrizos y dorados. Luego caminamos sobre una pasarela de madera que armoniza con el paisaje, construida sobre un turbal a orillas de la Laguna Negra. No se puede caminar sobre la turba porque es como pisar esponjas mojadas. En la pasarelas nos cruzamos con algunos mochileros y nos presentamos. Ellos, chicos de Gualeguay, Entre Ríos. Tomamos la foto testimonio y a contemplar en silencio y detenidamente el majestuoso panorama.

En el siguiente recorrido, a pie, vimos el Río Ovando, el archipiélago Cormoranes y el Río Lapataia. Aquí el paisaje se presenta más abierto, más amplio, en donde observamos al zorro colorado patagónico, simpático y sorprendente a la vez, rara mezcla de amigable e indiferente. No faltan las aves, tanto los patos silvestres acuáticos como el cauquén marino.

Después rumbeamos por un camino, río arriba hacia la casa del guardaparque, confitería, camping con multicolores carpas y las verdes aguas del Lago Roca. Tomamos un sendero bajo la sombra de frondosos y elevados árboles hasta el Arroyo Guanaco, que cruzamos por un pequeño puente de madera. El toc-toc sobre los árboles nos anuncia al pájaro carpintero en plena tarea. Otro zorro colorado atravesó el camino con su trotecito cancino y tranquilo, nos miró como ignorándonos sin detener su marcha y se alejó hasta perderse de vista. Tras una breve siesta a orillas del arroyito, regresamos lentamente hacia la confitería, lugar de encuentro de turistas, para emprender el regreso.


Secuelas salesianas
Mi compañero de viaje es docente en un Colegio Salesiano de Don Bosco en la provincia de Buenos Aires y tenía un gran deseo: visitar La Misión. Hace años que me viene hablando de La Misión. Partimos el jueves 17 hacia Río Grande bordeando los lagos Escondido y Fagnano. A sus orillas hace unos pocos años se fundó Tolhuin. Allí paramos para recobrar energías en un bar y continuar con nuestro viaje.

Río Grande creció ordenadamente sobre una árida y ventosa patagonia a orilla del río que le dio su nombre, frente al Mar Argentino. Un progreso que los lugareños pretenden conservar y acrecentar, como la paz con la que conviven. La ciudad está casi despojada de árboles, pero no recuerdo a otra de las que he tenido la oportunidad de conocer y que son muchas, haber visto grandes macizos de flores de variados colores en sus largas avenidas. Y más me llama la atención, que están allí, bellísimas, desafiando al viento, al constante viento.

La Misión Salesiana es Monumento Histórico Nacional. Está a 14 kilómetros de la ciudad, en un ambiente de estepa y mar. Su casco histórico consta de una capilla, taller de las hermanas, casa de la misión y museo. Además es Escuela Agrotécnica con invernadero, producción de forrajes, ganadería, tambo, cría de porcinos, pollos, dulcería, licores y quesos. Para cumplir con nuestro programado itinerario debimos regresar a Ushuaia ya que desde Río Grande no contábamos con vuelos hacia Santa Cruz.

El domingo 20 de febrero tomamos un avión que en menos de una hora nos trasladó a El Calafate, otro de los destinos programados, como también el de dirigirnos al Glaciar Perito Moreno, declarado por la UNESCO Patrimonio Natural de la Humanidad; a El Chaltén, capital del trekking; el macizo Fitz Roy, el más hermoso conjunto montañoso de los que conozco, y días después visitar Puerto Madryn, avistar a las toninas, hacer sociales con los pingüinos de Punta Tombo, pasar por la Colonia de galeses de Gaiman y después a casita, a nuestra querida Rosario.

Julio Roldán (Artista rosarino)

Ganador de esta semana
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La bahía de Ushuaia con sus barcos, las luces de la ciudad y su marco de montañas.

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