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 sábado, 30 de abril de 2005  
[Memoria]
Las múltiples presencias de Pocho Lepratti
La biblioteca popular que lleva el nombre del militante asesinado publicó un libro que rescata su vida y su legado

Alfredo Montenegro / La Capital

Es semejante a un libro, al menos tiene tapa con colores, 216 páginas con el mismo tipo de letra, fue impreso y hasta la gente anda buscándolo para leerlo. Pero "Pocho vive" tiene sabor a guiso, tibieza de mates, olor a barro y ritmo de redoblantes, y puede llegar a moverse como el cuerpo quebrado de un murguista o el andar de una bici.

Parece un libro, pero es el testimonio de un montón de voces, poesías, relatos, cuentos, canciones, informes periodísticos y gritos de rabia con esperanza. Queda claro que en esas hojas metieron mano más autores de hechos que de obras literarias. Así desfilan voces de pibes de barrios, gente del campo, curas con hábitos de solidaridad, organizaciones sociales, genuinos militantes gremiales y periodistas a quienes en los barrios les dicen "cumpas".

"No tiren, que acá hay chicos comiendo", gritó Pocho desde la terraza de la escuela 756 del barrio rosarino Las Flores. Esas palabras son el disparador del recuerdo del entrerriano de 35 años asesinado por agentes policiales el 19 de diciembre de 2001, cuando intentaba defender a los pibes de un comedor escolar de la represión que intentaba frenar los reclamos de comida, en medio de la crisis.

Las causas y responsables del asesinato son sintetizadas y profundizadas por un viejo conocedor de Ludueña y de Pocho, el cura Edgardo Montaldo: "Lo mató un cana", afirma, en alusión al agente Sergio Velázquez. También se reproduce el diálogo del sacerdote con un policía en el patio de su escuela: "Sus compañeros de la comisaría podrán contar sobre la relación (de Pocho) con la historia del barrio, la cantidad de adolescentes y jóvenes que no conocieron la seccional gracias a su prédica".

Los atrevidos impulsores del libro, la gente de la Biblioteca Popular Pocho Leprati, explican el objetivo buscado: "Colaborar con la memoria histórica a través de la palabra del pueblo para rescatar en su figura la vida de tantos Pochos".

También puede fundamentarse este trabajo al reflexionar sobre lo que dice en un documento -citado en el libro- de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA): "No existe antecedente de un trabajador de la educación asesinado en un local escolar en el período constitucional, ni siquiera en la última y nefasta dictadura militar".

No se trata sólo de su biografía, en las hojas aparecen habitantes de innumerables mateadas, campamentos, reuniones de catequesis, talleres sobre adolescencia y hasta una revista llamada Angel de lata.

Se recorre el andar del ex seminarista, profesor de filosofía, delegado gremial de trabajadores del Estado y profesor de guitarra. Hay una reconstrucción del diario andar del maestro en la escuela del padre Edgardo Montaldo y personal no docente del comedor escolar en la escuela 756, hasta que lo asesinaron.

Además, se pone en relieve al Pocho dedicado a rescatar pibes en riesgo social. Fue promotor de la Coordinadora Juvenil de la Vicaría Sagrado Corazón del barrio Ludueña y de los grupos La Vagancia, Los Gatos, Los Pelos Duros, San Cayetano, los Piqueteros de Lourdes, la Murga de los Trapos, el Movimiento Chicos del Pueblo y comunidades eclesiales de base.

El libro -dedicado a Orlando Lepratti, fallecido en diciembre de 2004 tras cumplirse tres años de la muerte de su hijo Pocho- cuenta también con el aporte de la Comisión Investigadora No Gubernamental sobre el "operativo represivo de gran magnitud" y aporta un informe referido a la causa judicial.

Sobre el contexto social, el periodista Hernán López Echagüe escribe en "Pocho vive" que "hay un nuevo sujeto social que tiene como rasgos más distintivos la ausencia de respuestas estructuradas a los conflictos". Indica que los campesinos que luchan por sus tierras -rescatando ejemplos de zapatismo y del Movimiento Sin Tierra, de Brasil-, los grupos de jóvenes como La Vagancia que levantan espacios de debate, los obreros que recuperan fábricas y las cooperativas de desocupados "han sabido conjugar la producción con el anhelo de construcción de un hombre nuevo, solidario y comprometido con el destino de su prójimo". Esas experiencias, que no tienen "una gota de setentismo nostálgico ni anticipos dogmáticos" trazan un entretejido de redes y lazos entre movimientos y organizaciones.

Montones de Pochos aparecen en esas páginas. Entre ellos, el testimonio del dirigente y militante social Gustavo Martínez describe el andar de ese pibe que militaba en bicicleta llevando una mochila con mate y libros: "Pocho era un taller de alas de colibríes, un Quijote en bicicleta que no perdía el tiempo contra los molinos de viento".


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