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 domingo, 13 de febrero de 2005  
Imperdible
Para leer: El arte de Boris Vian

Diana Maffía (*)

Los lectores voraces solemos tener algunos textos sobre los que volvemos varias veces en la vida. Yo tengo algunos también, en un estante separado de la biblioteca que sólo tiene en común mi gusto por ellos. Allí está "El Otoño en Pekín", de Boris Vian. Es una novela que leí por primera vez a los 17 años, y me apasionó su sarcasmo, su juego de palabras y el hecho de que no tenía nada que ver con el otoño ni con Pekín. Luego leí todo lo que pude de Boris Vian.

Recuerdo principalmente una escena, que muchas veces usé en mis cursos de epistemología para ridiculizar las pretensiones taxonómicas de la ciencia y el acartonamiento académico. El personaje central, un arqueólogo, va al desierto en busca de una vasija mítica. Tenía un ojo inmenso pintado en el fondo, un ojo hipnótico. En la descripción de la excavación se saborea la minuciosidad del trabajo, la expectativa, el tiempo casi detenido en los pinceles con los que quitan la arena de la vasija para que no se dañe, y la exaltación cuando aparece en el fondo el ojo reluciente. Luego con un martillo la rompen en pequeños pedazos para ponerla en las cajas -todas iguales- que la Universidad de París les había proporcionado para clasificar las todas las piezas que encontraran. Otra manera de decir -con Goethe- que gris es el árbol de la ciencia, pero verde, siempre verde es el árbol de la vida.

(*) Doctora en Filosofía (UBA). Directora Académica del Instituto Hannah Arendt
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