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 domingo, 13 de febrero de 2005  
[Primera persona]
Felipe Pigna: "Cuando uno hace historia en realidad hace política"
El autor de "Los mitos de la historia argentina" adelanta los temas del segundo volumen de su exitoso libro

Julieta Grosso

Con su obra "Los mitos de la Historia argentina" otra vez en la cima de los libros más vendidas, el historiador Felipe Pigna se prepara para lanzar la segunda parte del volumen, que en la línea de su antecesor refuta algunas versiones del pasado y trabaja sobre aspectos recurrentes de la sociedad argentina, como la figura de la desaparición y la idea de que la historia no se repite.

Los manuales escolares están plagados de mitos y deformaciones que una nueva camada de autores parece dispuesta a enmendar lejos de los claustros académicos: en esa línea se inscriben "Argentinos", los dos tomos escritos por Jorge Lanata que ya superaron los 340.000 volúmenes vendidos y la primera versión de "Los mitos...", que va por los 120.000 ejemplares y se mantuvo por seis meses en el primer puesto del ranking de ventas, un sitio de privilegio que acaba de recuperar en estos días.

"Mitos Dos. De San Martín al Centenario". Así se llamará la nueva obra de Pigna que a fines de este mes lanzará su nueva editorial, Planeta, la misma que hacia fin de año ya tiene programado distribuir el tercer volumen de "Mitos", esta vez centrada en uno cuya impronta todavía sobrevuela la memoria y los bolsillos argentinos: la convertibilidad.

Con un look informal que interpela silenciosamente la figura clásica del historiador circunspecto -de la misma manera que el tono coloquial de sus libros busca quebrar la sintaxis neutra de los manuales de historia-, Pigna sostuvo que "hay que desterrar ese mito fatalista según el cual la Historia siempre se repite".

-¿A la hora de escribir se plantea que en sus libros se pueda detectar una secuencia histórica antes que un conjunto aislado de episodios?

-Sí, eso es algo que me preocupa mucho. La fragmentación siempre fue un gran negocio para el poder. Me refiero a esa clara cuestión neoliberal que promueve la idea de que nada tiene contacto con nada. A mí eso no me va, por eso en mis libros hay una interconexión fuerte de los capítulos entre sí y una vinculación de cada episodio local con el contexto mundial.

La historia, en definitiva, no es otra cosa que la política del pasado. Cuando uno hace historia, en realidad hace política, porque la historia no tiene otro material que la política. Dicho de otro modo: hablar solamente de batallas y fechas también es hacer política, porque implica la voluntad implícita de dejar afuera toda una serie de cuestiones. La omisión, justamente, es una de las herramientas de la política.

A propósito, esto tiene que ver además con otro concepto recurrente en la historia argentina: la desaparición. Nuestra historia está llena de episodios donde desaparecieron cosas o personas. Sin ir más lejos, el segundo tomo de "Los Mitos" estará centrado en varias desapariciones. Por un lado está el tema de la Conquista del Desierto y la Guerra del Paraguay, dos hechos donde se han hecho desaparecer documentos, gente y dinero.

La Conquista del Desierto configuró la Argentina actual de los latifundios. Si uno piensa que José Martínez de Hoz se quedó con 2.500.000 hectáreas no puede olvidarse de que mucho antes Julio Argentino Roca se hizo regalar 30.000 hectáreas.

-Usted quiere decir entonces que más allá de los sucesos de la dictadura del 76, el tema de las desapariciones tiene una presencia estructural en el pasado nacional.

-La idea de la desaparición, en realidad, se retrotrae a Mariano Moreno, que fue el primer desaparecido de la Historia argentina, porque no estamos hablando solamente de desaparición física sino también histórica.

Moreno es un ejemplo muy interesante: él estaba casi derrotado políticamente, pero necesitaron matarlo porque pensaron que si no de alguna manera su figura iba a perjudicar intereses. Eso habla de algo también recurrente, que es la necesidad de una eliminación física del enemigo: Argentina fue siempre un país muy sangriento.

-¿Episodios como este contribuirían a la creencia popular de que la historia siempre se repite?

-Ese es un mito que hay que desterrar, justamente. Yo no creo en la fatalidad. Por eso, más que de repetición, creo que habría que hablar de continuidad histórica: por ejemplo, que Buenos Aires haya sido corrupto en el siglo XVII y hoy también lo sea no es un elemento de fatalidad sino de continuidad histórica.

Si no se cambian las condiciones de distribución de poder y riqueza, las consecuencias van a ser las mismas porque las causas son las mismas. Es importante señalar elementos de continuidad y desechar esa idea de que la Historia se repite. La Historia nunca se repite.

-Se podría reformular entonces la cuestión de la memoria: el problema no es la falta de memoria sino su deformación sistemática.

-Exactamente. Si uno le pregunta a un hombre cómo formaba el River del 44 te va a nombrar hasta al aguatero del equipo, del mismo modo que si le preguntás a una mujer quiénes estuvieron en tal telenovela te puede llegar a mencionar hasta el personaje más secundario. Esto indica qué memoria hay: el problema es cómo y para qué se utiliza.

Yo no creo en la falta de memoria sino en la falta del ejercicio de la memoria política e histórica. Quizá por hartazgo o acumulación de desengaños, esta sociedad suele tomar decisiones equivocadas, como enojarse con la política en lugar de enojarse con los políticos. Esto denota a su vez una historia falta de autocrítica. Esta es una sociedad que desconoce su pasado. Afortunadamente, esto está revirtiéndose.
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