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 domingo, 13 de febrero de 2005  
Alimentación: Del pecho a la cuchara

La alimentación después del destete viene acompañada de preocupación y de dudas para las madres quienes se esmeran por brindarles a sus hijos lo mejor. El niño acaba de cumplir dos años y no se alimenta más a pecho. Paulatinamente, deja de ser mamífero exclusivo para convertirse en omnívoro. Pero todo cambio implica un desafío, tanto para él como para sus padres. Cuáles son los pasos a seguir una vez finalizada la lactancia suele ser la mayor preocupación de las madres en un país donde las deficiencias nutricionales están poniendo en riesgo la salud de la población infantil.

Partiendo de la idea de que nadie nació sabiendo, padres e hijos tienen mucho que aprender. El niño precisa que la madre le enseñe a comer, pero ella requiere a su vez entrenamiento. El doctor O'Donnell, jefe del Departamento de Pediatría del Hospital Alemán y director del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil, detalla las nuevas responsabilidades que estas mujeres deben asumir para que la comida no se convierta en un conflicto. El especialista recomienda:

  • Asegurarse de que el niño preste atención a lo que come. Mantener el televisor apagado para evitar que se distraiga.

  • No acostumbrarlo a limpiar el plato. El decide cuánto comer. La madre es responsable de lo que ofrece, cuándo y dónde.

  • Estructurar el tiempo de las comidas. Se recomiendan no más de veinte a treinta minutos por ingesta.

  • Incorporarlo a la mesa familiar y sentarse a su lado cada vez que sea posible.

  • No cambiar el menú si se niega a comer. Manejar la situación es una característica común en los niños.

  • No utilizar la comida para resolver situaciones. No llevar al niño a la cama sin cenar, pese a que haya hecho alguna travesura.

  • Recordar que alrededor de los tres años aparecen las manías del "no me gusta".

  • La inapetencia es la consulta más frecuente en un consultorio pediátrico. Lo importante es buscar las causas.


    Errores frecuentes
    Comer está considerado uno de los placeres de la vida y "es de suma importancia para la supervivencia del ser humano", señala el jefe de Pediatría del Hospital Alemán. La comida es el combustible del organismo; así entendida resulta imprescindible en todas las etapas pero fundamentalmente durante la niñez, de modo que garantice un crecimiento y un desarrollo óptimos.

    Sin embargo, durante este período es donde mayores conflictos aparecen en torno a la alimentación en los cuales los padres tienen cierta influencia, con sus actitudes, temores y malos hábitos. El doctor O'Donnell, reparando en los errores más frecuentes que viene observando últimamente, traza el perfil de las nuevas madres argentinas:

  • Vegetarianas: someten a sus hijos a dietas macrobióticas, desprovistas de los nutrientes esenciales.

  • Colesterofóbicas: aterradas y obsesionadas por el colesterol optan por una alimentación pobre en grasas cuando en realidad no es conveniente limitarlas durante los primeros años.

  • Obesofóbicas: aquellas mujeres que por temor al sobrepeso y a la obesidad les ponen límites a la hora de la comida. Si bien es notable el incremento de obesidad infantil, un pediatra o un nutricionista son la voz autorizada.

  • Controladoras: las que insisten cuando el niño no quiere comer y no saben respetar la autonomía.

    Está demostrado que los trastornos alimentarios como la obesidad y la anorexia nerviosa son producto, muchas veces, de la actitud persecutoria que adoptan los padres con la comida de sus hijos. El especialista señala que las madres deben saber que el niño no diferencia las cuatro comidas diarias hasta los seis años, aproximadamente. Para él es lo mismo el desayuno que la cena, la merienda o el almuerzo. Por lo tanto, se debe fijar un orden y establecer un horario para comer. O'Donnell define a algunas mamás como inseguras y neofóbicas.

  • Inseguras: las madres de hoy se informan más, pero esto les genera más dudas. Al mismo tiempo, las mujeres que saben cocinar son cada vez menos, lo cual enfatiza su inseguridad.

  • Neofóbicas (temor a lo nuevo): si los padres son neofóbicos, seguramente el chico también lo será. El rechazo hacia lo nuevo se convierte en el mayor desafío.

    Lo que los pediatras y nutricionistas denominan neofobia es algo característico e innato en todos los mamíferos, incluido el ser humano. "Esta negación hace al instinto natural de supervivencia, pese a que como omnívoros debiéramos comer de todo", sostiene el doctor O'Donnell. Para el pediatra la aceptación de los nuevos alimentos depende de diversos factores:

  • Experiencia de lactancia: muchos niños, especialmente los que han sido amamantados hasta último momento, se niegan a otro alimento que no sea la leche materna.

  • El sabor: es natural que el niño se haya acostumbrado al gusto dulce de la leche humana y rechace lo salado, más aún lo ácido y lo amargo.

  • Las influencias: no sólo son determinantes los condicionantes ambientales. Los niños prestan mucha atención a lo que comen sus padres, hermanos y primos.

    "En la selección de las comidas reinan el sabor y las preferencias", refiere el doctor O'Donnell. A su vez, los padres deben comprender que "los chicos son neofóbicos, erráticos, tienen opinión y la hacen valer; son los responsables de cuánto comen y qué quieren comer", agrega. Este es el camino que padres e hijos deben transitar para que la comida sea un placer y no un problema.

    Rita Barratto


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