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 domingo, 16 de enero de 2005  
Oasis en el camino
Rumbo a Las Grutas vale la pena detener la marcha en la ciudad de Viedma y animarse a una travesía en canoa. Otra escapada imperdible son las playas atlánticas del balneario El Cóndor

Camino a Las Grutas vale la pena hacer una escala en la ciudad de Viedma. Aquí la temporada de verano ofrece un amplio abanico de posibilidades, tanto dentro de la misma capital rionegrina como en un radio de 60 kilómetros, con interesantes balnearios, pesca de río y mar, acantilados, avistaje de fauna, canotaje y un circuito de islas.

La avenida costanera sobre el río Negro, con dos balnearios con servicios de guardavidas, es la alternativa inmediata para cualquier visitante.

Viedma es una ciudad de doble frente, sobre el río y sobre el mar, al que se llega por un trayecto de 30 kilómetros de ruta pavimentada. Allí está el inicio del llamado "camino de los acantilados".

El punto más cercano es la villa marítima El Cóndor, donde anida la colonia de loros barranqueros más numerosa de Sudamérica, además de otras 125 especies de aves.

Allí se encuentra el faro más antiguo de la patagonia, inaugurado en 1887 y todavía en servicio, que puede ser visitado con el pago de un bono contribución de dos pesos.

En El Cóndor hay viviendas para alquilar (desde 80 pesos por día, para cuatro personas), paradores con originales platos de frutos de mar (una cazuela de mariscos para dos cuesta 25 pesos) y hasta un casino en donde tentar la suerte.

En enero se realiza allí la Fiesta Provincial del Mar y del Acampante, en cuyo marco se presentarán Los Auténticos Decadentes, el viernes 28, al aire libre y con entrada sin cargo.

Hacia el oeste, sobre el litoral marítimo, hay dos sitios agrestes muy atractivos: Playa Bonita y El Espigón, donde se puede apreciar la amplitud y belleza del océano.

A 30 kilómetros de El Cóndor, donde termina el pavimento y comienza un camino de ripio, se encuentra el balneario La Lobería, dotado de confitería y un trencito eléctrico que alivia la bajada del acantilado hasta la playa.

En este lugar hay unas enormes piletas naturales formadas por las restingas de la costa, que cuando baja el mar quedan llenas de agua y se puede nadar en ellas.

Por ese camino, que zigzaguea sobre los acantilados, tres kilómetros más adelante se encuentra la reserva natural de lobos marinos de Punta Bermeja, con más de 3.000 ejemplares permanentes, que se pueden observar a lo largo de varios kilómetros desde el borde de los farallones.
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