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 domingo, 16 de enero de 2005  
Primera persona
Jorge Volpi: "El narrador siempre miente"
El escritor mexicano fue uno de los invitados en el Congreso de la Lengua. Aqui reflexiona sobre su obra y sus influencias

Fernando Toloza / La Capital

Jorge Volpi se convirtió en un nombre de referencia de la actual literatura mexicana cuando ganó el premio Biblioteca Breve por su novela "En busca de Klingsor". El libro se transformó en la primera parte de una trilogía sobre el siglo XX en cuyo último volumen el escritor trabaja actualmente. Antes había publicado, entre otros, la novela "El temperamento melancólico", cuya trama se anticipa, y sobrepasa, a la de la película "La celebración", uno de los filmes clave del Dogma. Volpi fue uno de los escritores latinoamericanos invitados a la III edición del Congreso de la Lengua que se desarrolló en Rosario en noviembre pasado. Creador del movimiento conocido como Crack, también publicó algunos libros de ensayos sobre los años 1968 y 1994 en la historia de México.

-¿Cómo fue empezar a escribir en México con autores de tanto peso como Carlos Fuentes, Juan Rulfo y Octavio Paz?

-En realidad, empecé a escribir por ellos. Cuando iba a la escuela preparatoria pensaba estudiar filosofía y no literatura, y en ese momento conocí a dos chicos que estudiaban en la misma escuela, Ignacio Padilla y Eloy Urroz, que terminaron convirtiéndose en mis mejores amigos y me hablaron de la literatura de esos autores que mencionas. Yo casi no había leído literatura mexicana, sólo lo que te obligaban en la escuela, y cuando leí a Fuentes y Paz fue el momento en que decidí escribir. Fue una sorpresa. Lo primero que leí de Fuentes fue "Aura" y después "Terra Nostra", que fue un reto. Se trató del descubrimiento del querer ser escritor y lo hice con "Terra Nostra" y no con Joyce, porque es, como el "Ulises", una de esas novelas absolutas.

-¿Y antes de ellos?

-Antes había leído mucha historia y literatura medieval, y luego mucha filosofía, pero a los 16 años empecé a leer literatura por placer.

-¿No te amedrentó la monumentalidad de "Terra Nostra" de Fuentes?

-No, al contrario, me animó. Después leí a Rulfo, que es una monumentalidad de otro tipo.

-¿Cuál es la influencia del cine en tus libros, pienso, por ejemplo, en tu novela "El temperamento melancólico"?

-Me siento un cineasta aficionado. Creo que toda mi generación está marcada por el cine y la televisión, y por eso decidí dedicarle específicamente una novela al cine, que es "El temperamento melancólico".

-Eso en lo temático, ¿pero cómo te afecta en tanto técnica narrativa?

-También, pero de manera menos consciente quizá esté usando técnicas de la emoción del cine. Muchos me han preguntado de dónde venía el suspenso que tiene "En busca de Klingsor", y para mí viene de Alfred Hitchcock, que era mi cineasta favorito en la adolescencia, y aún me gusta mucho.

-Dijiste hace poco que "En busca de Klingsor" tenía una influencia borgiana, ¿es así?

-Borges fue una de las influencias absolutas. Cuando empecé a escribir "En busca de Klingsor", al momento de decidir qué tipo de narrador quería utilizar, recordé la conversación entre Borges y Bioy Casares sobre los cuentos de Bustos Domecq y sobre la posibilidad de un narrador que siempre mintiera. A partir de ahí me pareció, sobre todo porque la novela trata sobre la incertidumbre, que el narrador a veces mintiese y a veces dijese la verdad, y tratar de encontrar la manera en que el lector pudiese descubrir por sí mismo cuándo el narrador dice la verdad y cuándo miente. En eso está uno de los centros del punto de vista de la novela y del tipo de narración que es.

-¿No se puede pensar que todo narrador siempre miente?

-En términos absolutos siempre miente, o siempre dice su verdad. Lo interesante es cómo encontrar maneras que en ese discurso contrasten suficientemente para descubrir que está mintiendo frente a sus propias reglas, las que impone el narrador. Borges decía que uno tiende a confiar naturalmente en una narrador en primera persona. En esa disposición de creerle al narrador en primera persona está la posibilidad de traicionar al lector, y de tener reglas distintas que las de la confianza entre el narrador y el lector.

-¿Estás preparando una novela sobre clonación?

-No, estoy leyendo sobre genética. A mí la ciencia me interesó siempre. Matemática era la materia que más me gustaba en la escuela. Cuando tenía 7 años siempre decía que quería ser científico y veía un programa de televisión fantástico, "Cosmos", de Carl Sagan. Pero luego lo que te enseñaban en la escuela era tan mortalmente aburrido, no tenía nada que ver con lo que veía en la televisión, y me fui alejando de la ciencia, pero lamentándome mucho. Estoy convencido de que la ciencia es una de las mayores herramientas del conocimiento humano y, pese a la sofisticación que ha ido adquiriendo, sigue siendo posible entender sus principios fundamentales y que ello sea importante para la cultura y la vida cotidiana. Mi primera intención al escribir "En busca de Klingsor" fue escribir una novela sobre ciencia para retratar el mundo de los científicos y tratar de explorar sus conexiones con la literatura y con el conocimiento. Después decidí que iba a escribir una trilogía sobre el siglo XX. "En busca de Klingsor" es la primera parte y trata sobre la utopía científica y sobre la bomba atómica alemana, pero también es una historia de la física de la primera mitad del siglo XX. La segunda parte, "El fin de la locura", va por otro lado. Es la intermedia y tiene que ver más con filosofía, política y psicoanálisis. Pasa entre América latina y Francia, y tiene poco que ver con "En busca de Klingsor". La tercera parte, que es la que estoy escribiendo ahora, vuelve a ser similar a "En busca de Klingsor" pero es sobre los últimos quince años del siglo XX, y en el centro están la biología, la genética y la economía. Al mismo tiempo de ser novelas que se leen independientemente y retratan personajes reales y ficticios, también es cierto que van retratando las disciplinas clave de ciertos momentos del siglo XX. En la primera parte los personajes son físicos y matemáticos; en la segunda, psicoanalistas y filósofos, y en la última parte, biólogos y economistas.

-Corre un rumor de que en "El fin de la locura" hay una respuesta a las críticas que te hicieron por la falta de personajes mexicanos en "En busca de Klingsor".

-Pues hay algo de cierto en esto. A mí me pareció absolutamente natural escribir "En busca de Klingsor" pasando toda entre Alemania y Estados Unidos, con un solo personaje mexicano, porque si no hubiese sido inverosímil. Jamás me planteé escribir una novela sin mexicanos como mucha gente piensa; la historia era así. Muchos críticos mexicanos se sorprendieron de que un autor del país no escribiese sobre México. A mí me sorprendió que se sorprendiesen. En "El fin de la locura" decidí entonces incorporar un mexicano, un poco como burla.

-¿Qué opinás de la novela histórica? En Argentina se lee mucho, ¿cómo es en México?

-Las editoriales llevan los mismos libros a todas partes. La novela histórica me parece muy bien porque es una forma de divulgación de la historia, y en la mayor parte del tiempo no es literatura, sino una forma de divulgación de la historia. Eso es la novela histórica como género; a mí me interesa mucho mezclar la historia con la ficción pero desde un punto de vista literario y no de divulgación.

-¿Porqué se dio una gran producción de novelas en torno a la Revolución Mexicana, algo que no pasó en otros países con otros hechos históricos?

-Eso existió y se convirtió en nuestra épica, porque no teníamos nada semejante al "Martín Fierro" de la Argentina. Quizá lo fueron las Crónicas de Indias pero eran muy lejanas. A partir de la Revolución Mexicana se construye la épica mexicana, con una enorme y diversa cantidad de novelas, que empieza con "Los de abajo", de Mariano Azuela. Muchas de esas novelas hoy resultan ilegibles pero entre ellas queda uno de los más grandes novelistas mexicanos del siglo XX, Martín Luis Gusmán, con dos obras prodigiosas: "Memorias de Pancho Villa" y "La sombra del caudillo". Las novelas de la Revolución Mexicana van a dar lugar a Rulfo, Agustín Yáñez y al primer Carlos Fuentes, el de "La muerte de Artemio Cruz", que es la novela que cierra ese ciclo.

-¿Qué hecho histórico de la última década te marcó?

-Mi libro más reciente es un libro de historia y se llama "La guerra y las palabras", y es una historia intelectual del año 1994. Se trata de una reconstrucción histórica de lo que ocurrió en México en ese año: el lanzamiento zapatista, el homicidio de políticos mexicanos... Antes había escrito algo de características similares sobre 1968, otro año capital de la historia reciente de México y del mundo.
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Volpi reconoce las huellas del Hitchcock y Borges.

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