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 miércoles, 24 de noviembre de 2004  
Un recurso para explicar sucesos y para despertar

Leyendo las informaciones entre líneas, Castelo comenzó en 1969 a caminar un periodismo sarcástico desde el programa "Bolsa de Gatos", en radio El Mundo. Con ironía, ponía al descubierto los papelones cometidos por la prensa.

"Esto empezó porque los medios gráficos criticaban a la radio y a la televisión, y no se les podía responder. Así que lo hice yo", decía. Pero algunos se molestaban: "La revista «Gente» se enojó conmigo para siempre; en años nunca nos hicieron una nota, fue como una cuestión personal desde 1983", recordaba en una entrevista.

Admitía que estaba entrenado para hacer humor, "más allá de las condiciones que yo pudiera tener; hacía veinte chistes por día para el «Fontana Show»".

Para Castelo, "el humor sirve para intentar explicar los hechos. El atosigamiento de información hace que no se puedan sacar conclusiones. Además, se ha mentido tanto, que la gente llegó a pensar que el futuro es mentira. Y el humor sirve para eso, para despertar. Cuando la gente se divierte es cómplice de la verdad, y la verdad hoy es casi ilegal".

"Mi sospecha grande es que hay más noticias que episodios. Veo y escucho por la tele un montón de cosas que no estoy seguro de si están pasando, o si pasaron. Hay una voracidad que, a mí me parece, empieza por los gerentes de noticias y por los canales y las radios antes que por la necesidad de la gente, porque no se puede absorber todo lo que a uno le dicen en la radio y le muestran por la televisión".

"Vengo del tiempo de «Primera Plana», donde mi función como cronista consistía en ir a comprar pizza para los directores, los jefes de Redacción. Era un tiempo donde una noticia duraba, tranquilamente un año. Aparecía la información, salía en el diario, la radio lo decía un poquito y después se iba al café de la esquina donde se reunía la gente en pijama y zapatillas de paño, y se charlaba un poco en la vereda. Y aguantaba tranquilo un año. Y no la jodan", recordaba.

En uno de los últimos editoriales de TXT se mostraba arrepentido de haber puesto tanta energía en el trabajo: "A mis hijas las descubrí de grandes: es imperdonable", se lamentó.

Decía que al ser hijo de inmigrantes "es inevitable que sea melancólico. A los diez años, solía caminar por la cornisa de una casa que todavía existe, en Bulnes y Charcas. Eran tres pisos: me movía al borde del vacío, remontaba barriletes. Estaba loco. Quería enfrentar una forma de vivir vacía, triste. Eso marcó mi laburo: amo la improvisación, el riesgo, la cornisa".
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