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 viernes, 19 de noviembre de 2004  
La noche que la palabra se mezcló con la música y el circo en un show monumental
Una multitud se congregó en el Patio Cívico para vivar a Jairo, Litto Nebbia, Juan Falú y Cholo Montironi

La palabra como cuerpo, como esencia, como disparador de lo más importante y también, por qué no, de lo más insignificante. Este fue el sentido de "Rosario, territorio de palabras", el espectáculo multimedia que anoche se estrenó ante un Monumento a la Bandera colmado de miles y miles de personas. La puesta tuvo en la sorpresa a un componente clave, con amplio aprovechamiento del espacio, explotado a pleno por los integrantes del Circo La Arena. Jairo, Litto Nebbia, Cholo Montironi, Rubén Goldín y Juan Falú engalanaron con su música una noche imperdible.

Con la imagen del Monumento como emblema de la ciudad, unas estructuras de varios metros de altura conformaron una suerte de paredón blanco sobre el escenario. Toda una metáfora sobre el espacio a llenar, los lugares vacíos, allí donde caben los sueños, la vida, los miedos, las ausencias, el fuego, el arte.

Las voces que salían de los altoparlantes eran identificables. Desde el Negro Olmedo afirmando que "todos tenemos el mismo idioma, ¿o no?", hasta El Chavo del Ocho mezclado con Riverito y su típico "oooocho". Todo estaba incluido. La Biblia y el calefón. Fontanarrosa revelando que su timidez lo llevó a caminos introspectivos en donde descubrió el dibujo, pero también hablando de su pasión por el fútbol. "Vermouth con papas fritas y good show" en la voz de Tato Bores y Gasalla en otra de sus criaturas.

De pronto, desde unas ventanas apareció un grupo de acróbatas. La ventana era la apertura a un desfile temático, que arrancaría con la infancia y las preguntas existenciales de los niños. El escenario comenzó a llenarse de una pelota gigante, sogas, zancos, monopatines, risas, juegos, el universo infantil.

La otra unidad temática fue la historia como territorio de palabras. Y ahí aparece Manuel Belgrano, interpretado por el actor rosarino Gustavo Guirado, que llega para enarbolar una bandera con los colores del cielo. La libertad es la palabra necesaria, que se contrapone con la posición cerrada de un tal Bernardino Rivadavia que no le cae en gracia que sea celeste y blanca la bandera argentina. Belgrano logra su cometido, baja el aplauso de las gradas y suben unos artistas en arnés. Todas las cabezas giran para atrás. El espectáculo ahora no está adelante, sino al lado de la Llama Votiva. La historia del arte irrumpe. Con Fernando Botero, con Antonio Berni, con Frida Kahlo, entre otros. Las imágenes impactan, emocionan, sorprenden.

Y ahora llega el momento de la música. Nada mejor que "Mi guitarra y yo", de Jorge Drexler, y la escenificación de una letra tan sencilla como profunda. Era el aperitivo para el gran momento de la noche. Jairo, acompañado por la guitarra de Juan Falú y el bombo de su hijo Yaco González, cantó "Piedra y camino" y "Los hermanos", de Atahualpa Yupanqui. La emoción a flor de piel. Tanto como las imágenes de don Ata hablando de la vida misma como sólo él sabía hacerlo.

El otro grande, pionero del rock nacional, estaba al llegar. Superponiendo el vivo con la pantalla, Litto Nebbia cantó "Madre" acompañado por la voz impar de Rubén Goldín. Después, solo con su guitarra, interpretó "El musiquero". Aquí tomó fuerza no sólo la melodía sino la letra que habla de la cruzada de un hombre que quiere vivir de lo que ama en un país donde sus hijos puedan dormir tranquilos sin guerras que se conviertan en pesadillas.

"Grande Cholo" dijo un vecino de Granadero Baigorria. Tras la despedida de Litto, apareció el Cholo Montironi junto a su dúo de bajo y piano. Con el corazón pegado al bandoneón tocó "Adiós Nonino", de Astor Piazzolla, y el Monumento enmudeció. Las palabras se volatilizaron en forma de corcheas y semifusas, y el tango dijo presente con mayúsculas.

El espectáculo iba tomando la curva final. El homenaje a Rosario no podía faltar, y qué mejor que sea -ante los ojos de miles de personas y el mismísimo intendente Miguel Lifschitz- desde la expresión de los extranjeros que tomaron la ciudad como el lugar ideal para vivir. Gente de Irán, Rusia, Grecia, Francia y El Líbano contaron en la pantalla y con traducción al castellano por qué Rosario se había convertido en ese preciado rincón en el mundo.

"Los conquistadores se llevaron todo el oro pero también nos dejaron todo. Nos dejaron las palabras". La frase quedó picando como cierre. Con el público de pie y todos los artistas en el saludo final, "bravo" fue la palabra que en ese momento tomó mayor sentido.
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Jairo, acompañado por Juan falú y Yaco González, aportó expresividad con su canto.

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