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 viernes, 19 de noviembre de 2004  
Con el diálogo como bandera
Dos escritores mexicanos, un español, una brasileña y dos argentinos deleitaron a la gente

Sebastián Riestra / La Capital

Con puntualidad inesperada, y en una sala del Complejo Cultural Parque España demasiado calurosa por la ausencia de aire acondicionado, dio comienzo ayer el panel "La apertura hacia la universalidad: el diálogo con otras literaturas", que incluía a un selecto grupo de escritores de tres países.

De entrada, sin embargo, la ausencia sin explicaciones de José Pablo Feinmann -tan popularizado por los medios masivos- despertó gestos de frustración entre los asistentes, que habían colmado el ámbito y optaron por mantener apagados los ventiladores para escuchar sin interferencias la palabra de los creadores.

Pero esa sensación se evaporó en segundos. Luego de la presentación de Jorge Cruz, el moderador de la mesa -que incluyó un homenaje a quien debió cumplir ese rol, el recientemente fallecido Isidoro Blaisten-, y apenas el mexicano Arturo Azuela arrancó con la lectura de su ponencia con voz bien timbrada se evaporaron los malestares y la concentración fue absoluta.

Con conceptos precisos y panoramas amplios, el nieto del autor de "Los de abajo" reivindicó el valor de las producciones de la literatura iberoamericana durante la década 1945-55 y explicó didácticamente el largo trecho que separa la obra de Eduardo Mallea de la de Borges y la del peruano Ciro Alegría -"El mundo es ancho y ajeno"- de la del uruguayo Juan Carlos Onetti. Después de criticar el nacionalismo literario, aludió a la importancia del diálogo con las otras lenguas y dijo que la literatura hispanoamericana ya es "profundamente universal".

Después del sesudo Azuela sorprendió la ligereza de Noé Jitrik, reconocido historiador y teórico literario que optó por la lectura de dos relatos autobiográficos que despertaron la simpatía del público, más allá del insólito momento elegido para su lectura. Antes, y en una breve improvisación, el también novelista y poeta había asegurado, en relación con el futuro de la lengua de Cervantes: "Tranquilícense, con el español no va a pasar nada".

El narrador español Luis Landero conmovió de inmediato a partir de la sencillez de un discurso sólidamente instalado en los valores de la cultura humanista. Remitiéndose al legado mallarmeano, cerró su ponencia afirmando que "la literatura debe purificar las palabras, a las que el mundo actual manipula para apoderarse de la realidad". Y remató con contundencia: "No podemos permitir que nos roben la palabra". El aplauso que lo saludó fue cerrado.

El argentino Jorge Riestra, crédito de la ciudad, hizo un relato centrado en la experiencia generacional. La predominante influencia europea, las traducciones como eje de la formación juvenil y el tardío acceso a las obras de los grandes escritores argentinos -como Sarmiento y Arlt- fueron los ejes a partir de los cuales el autor de "El opus" narró su elección del habla como alimento predilecto de su pluma. "La calle y las veredas" fueron definidas por el rosarino como espacio clave, así como la capacidad de situarse en el terreno y "oír". "Con un pie en la orilla de la lengua y otro en la del habla, el escritor argentino avanza arriesgando el pellejo", definió Riestra.

De inmediato, la brasileña Nélida Piñón desplegó su sentido del humor y su personal visión de la tradición literaria occidental en un castellano extraño, pero rico en matices. Coloquial y directa, reivindicó la vitalidad de los clásicos y se remontó nada menos que hasta Homero para decir que ella "cuida personalmente de Aquiles y de Ulises". Su significativo aporte desembocó en una profunda idea, de clara matriz femenina: "La literatura pertenece a quienes cuidan de ella". Muchos de los que la escucharon ya estarán buscando sus libros, poco leídos por estos lares.

El mexicano Jorge Volpi, el más joven del grupo, clausuró el panel con una original exposición en la que no se privó de hacer referencia a las ciencias "duras", como las matemáticas, la etología y la teoría de la evolución darwiniana. Una cerrada defensa de la universalidad como punto de partida y meta del escritor, combinada con agudos dardos hacia los "nacionalistas", volcada en un tono sencillo y no ajeno a un personal sentido del humor lo hizo acreedor de un cálido reconocimiento.

Pero lo mejor estaba por venir. Con inteligencia, Jorge Cruz exhortó a los panelistas a exponer su relación personal con la lectura. Ya definitivamente sueltos, todos contaron sabrosas anécdotas y crearon un clima que por momentos rozó la hilaridad.
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El presidente del panel y la brasileña Piñón escuchan la lectura del rosarino Riestra.

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