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 viernes, 19 de noviembre de 2004  
Cuando la ciudad festeja todo lo bueno que le está pasando
Los fuegos artificiales de anteanoche concentraron el nuevo estado de ánimo y una explosión de participación

Rodolfo Montes / La Capital

Camina el jefe de familia, camina la mujer y los dos chicos. Cargan una heladera portátil, dos reposeras y todo el apuro y la ilusión por llegar con tiempo a la costa del río. Se entusiasman con ver unos fuegos artificiales muy promocionados, y nadie se los quiere perder. Apuran el paso para conseguir un lugar donde el ángulo de la visión del ojo impacte directo, sin interferencias, sobre el recorte del puente a Victoria. La familia junta el paso con otras familias, con parejas de novios, con los chicos solos, con los solos que se aferran a un celular y tratan de pactar una cita imposible, con las abuelas y los nietos, con las tías, los sobrinos, los vecinos, los amigos de siempre y los del momento. Todos van hacia la costa, son una multitud. Son miles de rosarinos.

Los que nunca caminan, el miércoles a la noche caminaron. También se embotellaron con los autos y muchos perdieron la paciencia. Y la cordura. Y subieron el auto a los canteros, a las veredas, encararon de contramano por las avenidas. Algunos rosarinos enloquecieron por ver los fuegos artificiales. Y muchos, tal vez miles, no llegaron a la meca: la costa del Paraná, y se tuvieron que volver sin ver ni una cañita voladora surcando los cielos de la ciudad.

Rosario celebró ¿Qué celebra Rosario? Todo lo bueno que le pasa, o mejor, todo lo bueno que siente y cree que le pasa. En 20 minutos de fuegos artificiales se concentró ese nuevo estado de ánimo para arriba de los rosarinos, el rebote de tantos años de pálidas, retrocesos y deterioro; la idea legítima, al cabo, de gozar la pertenencia a una ciudad pujante. Rosario celebra, quizás, su oculta venganza a la humillación de los come gatos, el mote burlón que soporta de habitantes argentinos de otras tierras.

Los fuegos artificiales disparados en la noche del miércoles produjeron una de las mayores concentraciones de rosarinos en la historia de la ciudad. Entre 250 y 300 mil personas, según fuentes municipales y de la Policía provincial. Como cuando vino el Papa Juan Pablo II, o los festejos en los mundiales de fútbol de 1978 y 1986. Cifras atendibles, si se imagina una franja sobre la costa, de 10 kilómetros de extensión copada por la multitud, en muchos tramos, como en una tribuna popular del Gigante de Arroyito o del Coloso del Parque.

"El fenómeno de participación popular en las propuestas culturales y de entretenimiento como el show de fuegos artificiales, El Congresito de la Lengua (para los chicos), los teatros desbordados en las charlas de los escritores y la concurrencia a las decenas de muestras que ofrece la ciudad hay que entenderlas en el contexto de una mejoría económica y de expectativas generales del país, y de Rosario en particular" analiza para La Capital el subsecretario municipal de Cultura municipal, Juan José Giani.

El Congreso de la Lengua es una actividad hermética; sin embargo, conmocionó a la ciudad. "Porque vivimos una especie de vamos que podemos", advierte Juanjo Giani, y la desbordada concurrencia a los fuegos artificiales "tiene que ver con que el gran público da su aprobación al Congreso de la Lengua, a través de un hecho asociado pero completamente ajeno a sus contenidos".

Giani analiza a Rosario como una ciudad testigo de los grandes procesos económicos de la historia argentina. "Fue floreciente con la generación del 80 (siglo XIX), fue la capital del peronismo y también la expresión más clara del tremendo deterioro en los 90 con Menem, donde se convirtió en la capital de los saqueos, y luego en capital de los muertos en el diciembre negro de 2001". A su juicio, el fenómeno de revalorización ciudadana, de recuperación de la autoestima de los rosarinos es una oportunidad para pensar el futuro y un desafío para la clase política, "pero no hay que confundir con un boom. Esa palabra me parece excesiva, petulante".
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Estiman que cerca de 300 mil personas fueron a la costa anteanoche.

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